(Por Gustavo Varela*) En el Pro hay una voluntad explícita de no ser vistos como políticos. Eligen ser ceos, no políticos. Vidal no es ceo. Ceos es empresa y ella no es de empresa. Ella se inscribe en el sistema Pro como alguien común que gobierna. Ese es su punto de mayor visibilidad publicitaria, decir que es gente común. (Esto mismo, su estilo gente común, es la envidia de muchos Pro. Y, a la vez, la toma de distancia de Vidal hacia el interior de su propia fuerza política).
La campaña presidencial de María Eugenia Vidal se inició en estos días. Notas periodísticas y situaciones cotidianas. Ella pretende ser una persona común. Pretende mostrarse como una persona común. Ese es su personaje. El más usado por ella, el más necesario. Es la puesta en acto, en pleno ejercicio del poder, de querer ser un ser anónimo, de querer ser uno cualquiera, reflejada por los medios: ella, en el supermercado, de buzo y mini short; ella, comprando juguetes para sus hijos; ella, con campera de cuero, en el recital de Cristian Castro. La vida de todos los días, como si nada.
Vidal, con su necesidad de ser una gobernadora/gente común, convoca de manera indirecta al “que se vayan todos”. Con ello pretende saltar por encima la década K, donde la política se expandía por todas las prácticas. La sentencia del periodista Gleuco: Vidal de este lado, invencible, un emblema, casi una deidad; del otro, los bañeros y todos los secuaces que vaciaron la Argentina.
El apetito de ser una persona común, siendo gobernadora electa, es el modo avión del “que se vayan todos”. Dicen lo mismo: nada de política porque la política no es gente común. El político es lo contrario de la gente común. ¿Por qué? Porque el político está a distancia, porque es difícil llegar, porque tiene un saber con espacios oscuros, un saber necesario y no visible. Pero, por sobre todas las cosas, la sospecha. Porque son tramposos. O impostores. O falsos. O ladrones. Son todos iguales. Así dice la gente común, que los políticos son todos iguales.
El soporte del “que se vayan todos” puso en marcha el despliegue de la moral en la trama política. O sea, el tema de la corrupción. Donde dice “Todos” hay que leer políticos; los que se quedan, los que no deben irse, son gente común. Todos son todos los políticos, sin distinciones partidarias y sin diferencias ideológicas. Por el mero hecho de ser político hay sospecha de corrupto, sanción de corrupto. “Que se vayan todos, que no quede ni uno solo”: desactivación de los partidos políticos, emergencia del vecino indignado.
(El desprestigio de la política es viejo, de fines del XIX. El uso de la moral crítica, la acusación de corrupción, comienza con la segunda presidencia de Yrigoyen. Dicen y escriben que es un corrupto. ¿Quién lo dice? La gente común. La gente común votó a Yrigoyen en 1928. La gente común inundó la Plaza de Mayo el día de la asunción. Dos años después, acusado de corrupción, la gente común, la misma de antes, apoyó el golpe de estado del dictador Uriburu y la prisión de Yrigoyen en la isla Martín García. En 1933, cuando muere Yrigoyen, la gente común, la misma del ´28 y del ´30, acompaña los restos hasta el cementerio de la Recoleta.)
La campaña presidencial de Vidal se inició en estos días. El pozo ciego de la economía nacional derrite a Macri e instala a Vidal. Cuanto más profundo el pozo, más mohines, más gestos de comprensión, más Vidal heroína en los medios. Su perspicacia política y su personaje de gente común es la herramienta para tomar distancia del desastre Macri en Argentina. Ni la economía, ni la violación de derechos, parecen mancharla.
La mecánica Pro se mantiene: vaciar de política, saquear las arcas y despedazar al Estado.
Vidal no está al margen, es parte del asunto. A pesar de su cara de novicia y su permanente cabeceo de complicidad vecinal.
* Filósofo, ensayista, investigador y docente universitario.