(Por Carlos A. Villalba*) La Argentina se movía al ritmo de un hormiguero aplastado aquel martes 24 de noviembre del 2015 cuando Mauricio Macri, en pleno armado de su gabinete, sorprendió a propios y extraños al anunciar que una ingeniera rosarina, Susana Malcorra, sería su Canciller a partir del 10 de diciembre. A diferencia de aquel día, en que utilizó su Facebook para el anuncio, año y medio después prefirió el armado del escenario que montó su jefe de Gabinete, Marcos Peña Braun, en la Casa Rosada y apareció en las primeras horas de la tarde del lunes 29 de mayo junto a la funcionaria que continuará en el cargo hasta el próximo 12 de junio para informar su renuncia y enfatizar que la misma se produjo “por temas personales”.
Con la eficiencia basada en el blindaje mediático del que disfruta el gobierno de la Alianza Pro-UCR, la batuta del ministro coordinador marcó el ritmo de la información e, inmediatamente, los voceros oficiosos rellenaron el vacío que dejaron las “cuestiones personales”, con familiares en el exterior, esposo en Madrid y el rotundo concepto de “enfermedad”. No mintieron, desde que su nombre empezó a hacerse conocido, los medios conocen esos datos, sin embargo Malcorra fue Canciller.
Sin necesidad de entrar en geopolítica ficción, las razones para su salida del Palacio San Martín, y del más operativo despacho del piso 13 de Esmeralda 1212, son varias y claras. El fracaso en su intento de convertirse en Secretaria General de la ONU la había herido de muerte ya el 5 de octubre del año pasado. El doble comando de los asuntos internacionales de Macri, a cargo de Fulvio Pompeo, su histórico hombre de confianza para el tema, hoy Secretario de Asuntos Estratégicos de la Presidencia, y de una ministra del ramo con perfil reconocido en el mundo de la diplomacia multilateral, solo pudo sostenerse durante 18 meses.
Cambio de etapa
Cuando un dirigente radical cultor del silencio y las jugadas fiorentinas le acercó al inminente presidente de los argentinos el currículo de Malcorra, Macri se enamoró en el acto. Que el contacto lo haya hecho alguien de boina blanca no implica que ella sea un cuadro del partido de Alem, bastardeado por Alvear y Ernesto Sanz. Con IBM y Telecom al tope de sus créditos privados y cargos de Oficial Principal de Operaciones y Directora Ejecutiva Adjunta del Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la FAO, secretaria General Adjunta del Departamento de Apoyo a las Actividades sobre el Terreno (DAAT) y Jefa de Gabinete del Secretario General de las Naciones Unidas que la hicieron conocida entre prácticamente todos los jefes de Estado del planeta, a la recién llegada le sobraba encanto para lo que el mandatario consideraba la “reconexión con el mundo” de la Argentina. En ese sentido no son pocos los diplomáticos en funciones que la consideran “brillante” en el armado de las giras y reuniones internacionales de Macri. (1)
Entre otros aspectos, olvidaron en su análisis formulado, todavía bajo el impacto del anuncio de su renuncia, el modo en que embarcó al Presidente en su aventura hacia la cúspide de las Naciones Unidas que ubicó al mandatario ante a la hipótesis de un viaje a Nueva York donde, el 1° de enero del año de los comicios de medio término, se luciría con la designación de una funcionaria propia en el máximo escalón del sistema multilateral y presentaría el hecho como un “triunfo” de su gestión, sobre todo de esa “apertura al mundo” de su “nueva Argentina”. Ciencia ficción, y de la muy costosa, ya que le implicó al erario público $ 1.309.505 pesos en viajes y viáticos, además de la inversión en ocho funcionarios de la Cancillería trabajando part time en Buenos Aires y otros cinco de la embajada argentina ante Naciones Unidas. (2)
También ignoraron papelones compartidos con su jefe como los de un “acuerdo” con Gran Bretaña, luego disimulado como “anuncio”, que deja a las Malvinas a merced de Londres; su apuesta a Hillary Clinton, derrotada por Donald Trump, o el disimulado fracaso del reciente viaje a China, donde el gobierno de Xi Jinping se negó a avanzar en la financiación de nuevas centrales nucleares o en un “memorándum de entendimiento” para la reparación de la línea San Martín del Belgrano Cargas hasta que el gobierno argentino defina cuándo se reiniciarán los trabajo del complejo hidroeléctrico sobre el río Santa Cruz, que incluye las represas Jorge Cepernic y Néstor Kirchner, negociadas durante la administración de Cristina Fernández.
En los últimos días, además, trascendió en Nueva York que el proceso de análisis de las denuncias del ex Director de las Operaciones de Campo de la ONU Anders Kompass, por supuesto ocultamiento de casos de abuso sexual a menores perpetrado por Cascos Azules de la ONU en la República Centroafricana, protagonizado por varios funcionarios de alto rango, entre ellos Malcorra, comenzó moverse. Otra buena razón para sacar de la vidriera a quien podría recibir en el corto plazo una cachetada internacional.
Estrategas y técnicos
Uno de los valores de peso que presentaban las credenciales a la hora de su postulación ministerial fue su perfil supuestamente “técnico”, contra los currículos gerenciales de la mayoría de sus colegas que los pusieron día tras día al borde del incumplimiento de los deberes de funcionarios públicos, las incompatibilidades de sus funciones o la venta de sus acciones en empresas extranjeras relacionadas con sectores de una economía a la que deberían regular.
Cuando se acerca la mitad del mandato los tiempos se aceleran; con las encuestas en la mano y los resultados de la gestión a la vista, aquellas virtudes empiezan a pesar como el plomo. El subsecretario presidencial Pompeo planifica pero necesita un ejecutor al que se le caiga alguna idea propia, además de acercar la agenda ganada en gestiones anteriores y “sobre todo cintura” para el diálogo con las otras cancillerías, dicen en los pasillos diplomáticos, donde errores como los tiempos del viaje a Beijing siguen pegando fuerte.
En el esquema inicial, Malcorra fue la “técnica” al frente del Palacio San Martín y el antimalvinero Fulvio Pompeo estuvo a cargo del “enfoque político” de las relaciones exteriores argentinas, en un esquema “a la brasileña” donde en tiempos de Lula, Marco Aurelio “operaba desde la Presidencia e Itamaraty estaba a cargo de los aspectos formales de la diplomacia”. Todo parece indicar que el sucesor de la dimitente, el embajador Jorge Faurie, primero en el escalafón de carrera, tendrá que sacarse menos fotos y afilar la mira en el acompañamiento formal de los trazos políticos generales que salen de Balcarce 50.
Ahora, “la diplomacia”
Aquel ya lejano 24 de noviembre, “La Casa” -eufemismo antipolítico con que los diplomáticos egresados del Instituto del Servicio Exterior de la Nación (ISEN), llaman a su Ministerio- de Relaciones Exteriores, quedó pasmada. El jefe del PRO dio la espalda al grupo de radicales que hicieron cola para sentarse en el sillón que habían usado Rafael Bielsa, Jorge Taiana y Héctor Timerman entre el 25 de mayo de 2003 y el 9 de diciembre de 2015.
A partir de junio, Jorge Faurie, un hombre de “carrera” va a sentarse frente a la botonera de la política internacional argentina. Será el cuarto en hacerlo. El saliente embajador en Francia, nacido en 1951, inició su carrera como encargado de negocios interino ante Jamaica y Trinidad y Tobago en 1979 y navegó por aguas profesionales durante muchos años; sin embargo el salto más destacado de su carrera fue en 2002, cuando Eduardo Duhalde transformó a Carlos Ruckauf en canciller y este lo designó viceministro, aunque por pocos meses.
“Sabe pero es un poco histérico, muy obsesivo” dicen los que lo conocen y rápidamente encendieron la máquina de perfilar al canciller in pectore de Macri. Lo califican además de “adicto al trabajo que no para ni cuando duerme”, “muy estricto en los detalles” como buen experto en ceremonial y protocolo, de carácter “difícil para con sus subordinados pero respetuoso de quienes demostraron ser profesionales”.
En simultáneo, se abrieron las gateras de la presentación de datos prontuariales, para recordar que en el legajo de Faurie hay tres denuncias judiciales. La primera por la compra de elementos destinados a sus funciones de Director General de Ceremonial y Protocolo, que ejerció en los períodos 1994-1997 y 1998-1999; otra se relaciona con el otorgamiento de un pasaporte diplomático a Zulemita Menem con una validez que excedía en seis meses el mandato presidencial de su padre. La última mácula data de 2002, presentada ante la Oficina Anticorrupción, por la omisión en su declaración jurada de una sociedad constituida junto a Ramón Hernández, secretario privado de Menem, que todavía tiene vigencia y quedó plasmada en un local de comidas mexicanas en el centenario Tattersall del hipódromo de Palermo. Seguramente habrá dado las explicaciones del caso a quienes peinaron sus antecedentes antes de entronizarlo en el Palacio.
Cuando termine de instalarse y reciba los “Pendientes” del ministerio ahora a su cargo, el inminente canciller encontrará entre muchos otros los pedidos de exhorto girados por el juez Sebastián Casanello, quien investiga las irregularidades financieras de Mauricio Macri y sus familiares directos destapadas por los Papeles de Panamá, convertidos en “Macri Papers” a partir de la existencia de cuentas y compañías offshore, supuestamente en vigencia durante el ejercicio de sus funciones públicas y no declaradas. Respetuoso al extremo de los organismos internacionales, también tendrá que preparar las respuestas para los reclamos de la ONU y la OEA por la situación de Milagro Salas, la primera prisionera política del gobierno de su presidente.
Aunque con un gobierno que hasta equivoca el sentido de las fechas patrias, nada es demasiado importante.
* Psicólogo, periodista e investigador argentino. Investigador asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico
1. http://estrategia.la/2016/09/21/se-complica-el-camino-de-malcorra-hacia-la-onu/
2. http://estrategia.la/2016/10/08/macri-fracaso-de-la-mano-de-malcorra/
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