(Por Rómulo Tomaselli*) La modernización de las políticas de Cambiemos esconden sus negocios y el desprestigio de los verdaderos avances del gobierno Kirchnerista. Mauricio Macri, el presidente de libreto, elige (mejor dicho, le eligen) las palabras en sus discursos, declaraciones y conferencias en base al impacto o resultado, y no tanto en su contenido. El concepto de modernidad es uno de los más utilizados.
En campaña, el actual Presidente de Argentina, habló de desarrollismo moderno; durante la presentación de la reforma electoral pedía por una democracia moderna, como asimismo, modernizar el sistema político argentino; cuando presentó en Casa Rosada el Portal de Datos Abiertos de la Justicia, pedía por entender qué se necesitaba para modernizar la justicia; en sus primeros meses como primer mandatario anunció la modernización del Estado mediante el dictado de capacitaciones para empleados estatales, jactándose de que el mismo era un lugar “desordenado, desarticulado, oscuro y sin información”, y hasta creó el Ministerio de Modernización, el cual preside Andrés Ibarra, encargado de realizar el ajuste dentro del Estado y que dejó sin trabajo a 10.921 trabajadores públicos.
Este concepto de modernizar cada aspecto que se presenta, es el muro que utiliza Cambiemos para separarse del gobierno Kirchnerista, y así tildar sus planificaciones como el camino correcto sólo por ser moderno, aunque la mayoría de las oportunidades, y como es costumbre en los funcionarios del gobierno, no se explicó el por qué del uso de este adjetivo.
Gianni Vattimo, importante filósofo italiano y uno de los principales pensadores del postmodernismo, habla en su libro “En torno a la postmodernidad” que existen muchas definiciones sobre postmodernidad pero que la que genera más acuerdos es la que define al comienzo de esa época cuando la modernidad pasa a ser un valor determinante, y el pensamiento reaccionario (quien está adherido a los valores del pasado, a la tradición, a formas “superadas” de pensar) queda descartado, pasando a ser la persona o pensamiento moderno como elogioso. Desde esta definición se puede pensar al gobierno de Cambiemos desde dos aspectos: moderno en busca de separarse del pasado inmediato del Kirchnerismo, o como reaccionario a ideas neoliberales que parecen perder terreno a nivel mundial.
Estas dos clasificaciones son complementarias. Según Vattimo el culto por lo nuevo y original nace en el Renacentismo en las esferas del arte, y lo une a la historia como un concepto de progresismo en busca de emancipación del pasado. Desde las políticas, el gobierno de Macri promueve esa separación del Kirchenirsmo, pero sólo desde el discurso, y siendo éste vacío.
La repetición de la palabra “modernizar” pretende poner como anticuadas, -teniendo en cuenta el pensamiento de Vattimo-, las políticas que gobernaron desde 2003 a 2015. La reforma electoral propuesta por Cambiemos durante 2016 pedía por una democracia moderna para “simplificar, transparentar y modernizar” el sistema político argentino a través del voto electrónico. Dentro las supuestas mejoras de este sistema que intentó sin éxito implementar Cambiemos, el diputado por el FPV Juan Cabandie ha explicado como se puede vulnerar el voto: “Las boletas están numeradas a través de un código que puede leerse con una simple aplicación del teléfono celular. De esta forma, un fiscal de mesa puede saber el número de cada boleta, y si confeccionó una lista con los números de boleta que corresponde a cada elector, puede conocer a quién votó cada uno”, explicó en el portal Télam el 16 de agosto de 2016. A nivel mundial, el voto electrónico no tiene gran aceptación. En marzo próximo Holanda renueva su parlamento y el Ejecutivo informó que no utilizará ese sistema por riesgos de interferencia en los votos. En Alemania, la Corte Suprema lo declaró inconstitucional; en Finlandia los comicios del 2008 se dieron como nulos por problemas en las máquinas, y en Irlanda en 2009 se declaró que el sistema no era capaz de garantizar la absoluta seguridad de la elección.
Y detrás de todas las falencias, por estos lados se encuentra la imputación del Ministro de Modernizacion, Andrés Ibarra, por la supuesta compra de máquinas para el voto electrónico antes de darse el tratamiento en el Congreso.
El 15 de octubre de 2015, días antes de la primera vuelta de la elección presidencial, Macri le brindó una entrevista al diario El Litoral en donde dijo que se identifica con un desarrollismo moderno: “Sería poner el país a crecer, expandir la economía, generar empleo y oportunidades a las economías regionales. Ése es el futuro de la Argentina”, explicó. Un año después, en un acto de Casa Rosada, presentó el Portal de Datos Abiertos de la Justicia en donde se publican estadísticas judiciales, afirmó: “Pobreza cero, unir a los argentinos y lucha contra el narcotráfico, ninguno de estos tres son posibles de imaginar con un resultado positivo si no tenemos una Justicia fuerte, independiente, transparente y moderna. Es el elemento central”, dijo durante la presentación. En febrero de 2016, también en Casa Rosada, anunció un plan para “modernizar el Estado” que contiene capacitación para los empleados estatales y la incorporación de nuevas tecnologías al Estado. “Esta es la primera vez que la modernización del Estado es un tema de la agenda de un gobierno. Necesitamos empleados públicos jerarquizados, satisfechos, donde el mérito sea una variable importante”, dijo Andrés Ibarra durante el acto.
Como ya es costumbre, las presentaciones y conferencias de Cambiemos no se caracterizan por la claridad. Las frases hechas abundan. El slogan “modernización y transparencia” aparece como factor común. Es difícil encontrar relación entre estas dos palabras si consideramos las experiencias internacionales del voto electrónico. La pobreza cero (catalogada como imposible por Marcos Peña) y la unión de los argentinos, para el gobierno actual, esta en manos de una justicia transparente y moderna, sin explicar cómo.
El concepto de modernización sólo se puede explicar como la pantalla, el cobertor del vacío de las políticas reales de Cambiemos. La economía no creció ni se generó empleo. De hecho, el Ministerio de Modernización a cargo de Andrés Ibarra, echó a 10.921 trabajadores públicos durante 2016. Este concepto es el pretexto para encubrir sus negocios y realizar el ajuste deseado. Es la excusa para cambiar cualquier política que se interponga en sus planes. Es una modernización sólo desde algún que otro elemento tecnológico. Desde las perspectivas conceptuales buscan desprestigiar el pasado por el hecho de que ya pasó y sus políticas son mejores por solamente ser nuevas.
Ese progresismo que explica Vattimo es innaplicable desde el punto de vista social dentro de la estructura de Cambiemos. Los negocios personales, como el de Andrés Ibarra con las máquinas del voto electrónico, como el de Juan José Aranguren teniendo acciones en Shell, o el del mismo Macri con la intención de perdonar la deuda de su padre con el Estado por su gestión en Correo Argentino, buscan que los ricos sean cada vez más ricos. Quieren una estabilidad social similar a la de la edad media. Nadie sale ganador más que los grandes grupos económicos y empresarios.
No hay nada de moderno en Cambiemos. Los avances tecnológicos son innevitables en el mundo actual. Tener tecnologías como celulares o computadoras es común, es lo ordinario. Los verdaderos saltos se dan desde la concepciones sociales. Un Estado moderno es aquel que resignifica el pasado a través de su trabajo cultural, histórico, social y político.
Desde 2003 que en Argentina se vivió una resignificación de la identidad nacional, la unión latinoamericana, la distribución de las riquezas y la vuelta de la militancia política de la juventud. Ricardo Foster en su ensayo del libro “Las vías abiertas de América Latina” escribió: “Una politización de la historia, eso es lo propio, lo original y lo desafiante del Kirchnerismo”. Esa revisión de la historia convierte al Kirchnerismo y a todos los gobiernos latinoamericanos progresistas de la época en los reaccionarios que resignificaron el pasado y la identidad del continente. Ese es el verdadero avance. Cambiemos y los gobiernos de derecha que avanzaron en este último año y medio son expresiones reaccionarias de las políticas neoliberales que han hundido al pueblo y han levantado los negocios de unos pocos.
*Rómulo Tomaselli es parte del colectivo 25 de Febrero
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