El clima es más propicio para la unidad de los sindicatos. Por ahora hubo una medida de unidad en la acción, con promesas de reunificación tanto en la CGT, con un liderazgo acorde a los nuevos tiempos de combate por los derechos, como en la CTA. Hasta diciembre, salvo en los últimos años, las paritarias siempre cerraban por encima de la inflación y se combatían los despidos con políticas de Estado activas. Ese clima también se extendía sobre el fuero laboral, y se contemplaba la disparidad entre un trabajador y sus empleadores, con fallos a favor de los trabajadores.
El clima empezó a cambiar ni bien asumió el nuevo presidente. Los despidos en el Estado sorprendieron a los sindicatos que venían con otra gimnasia: ¿cómo responder de pronto a una ola de despidos de tal magnitud? En el calor de diciembre y enero, los delegados de base del sector público necesitaban preguntar varias veces la situación de sus afiliados y de los independientes que también eran avasallados. Se creó una figura pública y mediática que justificaba el atropello: eran todos ñoquis. Decenas de miles de ñoquis.
Mientras el Pro se tardaba en encontrar cuadros para las direcciones de los distintos ministerios nacionales, las oficinas se superpoblaban de trabajadores sin funciones, sin tareas, angustiados, aturdidos. Reinaba el “sálvese quien pueda” más que la solidaridad. ATE, especialmente la fracción que conduce Daniel Catalano, reaccionó con marchas por cada edificio de trabajo, y fueron las primeras acaloradas manifestaciones frente a Modernización, esa mole que conduce Andrés Ibarra con técnicas de mercadotecnia para comunicar despidos en el proceso de desmantelamiento del Estado. “Nuestro trabajo son tus derechos”, pintaron en su bandera los despedidos del Centro Cultural Kirchner. Finalmente el 24 de febrero se produjo el primer paro nacional contra Macri organizado por ATE, donde marcharon juntas las dos CTA a Plaza de Mayo.
Enseguida llegaron noticias de los despidos en el sector privado. Por un lado está la habilitación explícita por parte de un nuevo gobierno que da el ejemplo de la receta para reducir costos, y por otro la implantación de un modelos económico que deja de proteger a la industria nacional. El sector metalúrgico empezó a tener problemas con la importación, que sin tasas que la protegieran restaba mano de obra nacional. Hubo un primer paro nacional en todo el cordón industrial de San Lorenzo, en los márgenes de Rosario.
Y mucho peor viene siendo el panorama para los trabajadores de la economía popular: se calcula que por cada empleo registrado que se pierde hay cuatro trabajadores informales que ya no cuentan con sus ingresos. Se dejan de lado los lujos como tener un jardinero o alguien que limpie la pileta, se dejan de hacer arreglos en las casas particulares, se dejan de comprar chucherías en la feria. Los últimos de la fila, que no habían llegado a tener capacidad de ahorro durante la década ganada, directamente son empujados al otro lado del abismo.
Al cumplirse las 20 semanas de su gobierno la unidad contra Mauricio Macri fue el eje de la inmensa movilización que se concentró el viernes pasado, en las vísperas del Día del Trabajador, en ese monumento ubicado en Paseo Colón e Independencia. La columna de los trabajadores de la economía popular, nucleados en la CTEP, y la agrupación Barrios de Pie se ubicaron detrás de las organizaciones de izquierda, para el lado de San Juan. La CTA marchó por Independencia, con un marcado protagonismo de estatales y docentes. En el centro estaban los camioneros, la UOM y la Uocra.
Los grandes ausentes en la movilización fueron el jefe del sindicato de peones rurales, Gerónimo “Momo” Venegas hoy aliado del Gobierno Nacional y el líder de los gastronómico Luis Barrionuevo, quien luego de varias idas y vueltas decidió no marchar y celebrar el día del trabajador junto al Presidente Mauricio Macri.
Ante una multitud de trabajadores Juan Carlos Smith abrió con la lectura de un documento, y hubo dirigentes que se entusiasmaron con la posibilidad que ocupe un rol protagónico en la nueva CGT unificada, a la que Antonio Caló le puso fecha para el 22 de agosto, fecha del renunciamiento de Evita a la vice presidencia y de los fusilamientos en Trelew, poco antes de la última dictadura cívico-militar. El secretario general de Dragado y Balizamiento expresó los seis reclamos que elevarán las centrales al gobierno nacional:
* Declarar la emergencia ocupacional.
* El inmediato cumplimiento de la promesa de campaña de eliminar el Impuesto a las Ganancias.
* La universalización de las asignaciones familiares “porque nuestros hijos son iguales ante la ley y la sociedad”.
* La plena vigencia del 82% móvil para los jubilados y la solución integral de la problemática previsional.
* La plena vigencia del derecho de huelga sin las limitaciones de ningún protocolo de seguridad.
* La no intromisión de ningún órgano externo en la vida institucional de los sindicatos.
Luego abrió la lista de oradores Hugo Yasky, de la CTA quien supo acompañar a Cristina Fernández, junto a Hugo Moyano, líder de camioneros y que también acompañó al kirchnerismo durante un largo tiempo. Yasky lanzó desde el escenario “Hay compañeros buscando en la basura”, y agregó “Queremos una ley que proteja el salario”, reivindicó a la normativa que logró reunir a la oposición legislativa y que podría ser la primera ley que vete Macri, repitiendo su costumbre como Jefe de Gobierno Porteño. “Este acto va a ser una miniatura comparado con el que vamos a salir a defender esa ley. Si Mauricio Macri veta la ley antidespidos, que sepa que vamos a salir a las calles a pelear”, advirtió el docente.
Pablo Micheli, a su turno dijo que “si el Gobierno veta la ley de emergencia laboral va a haber conflicto, porque vamos a agudizar la lucha y si no escuchan habrá paro también”. Varios sectores corearon a favor del paro. Consideró que si bien el Presidente dice que después de julio la inflación va a bajar un punto, eso “es una expresión de deseo, no un dato de la realidad”, ya que “no es cierto que tenga un plan para cambiar esto, el plan que tienen es que la crisis la sigan pagando los trabajadores y el pueblo”. El líder de la CTA Autónoma celebró que “los dirigentes hayan sido capaces de dejar de lado momentáneamente las diferencias para poner por encima los problemas de los trabajadores y trabajadoras de nuestro país”.
El metalúrgico Caló, quien se mantuvo fiel al kirchnerismo hasta el último día del mandato de Cristina, fue quien se encargó de anunciar que “la unidad de la CGT se dará el próximo 22 de agosto, cuando se elegirán las nuevas autoridades”, y resaltó que la “defensa irrestricta” de las centrales obreras “es por los puestos de trabajo”.
Para el cierre quedó el líder de Camioneros. “Al que se ponga en frente de los trabajadores lo vamos a enfrentar”, dijo. Hubo dudas en sectores del público, que recuerdan su apoyo a Macri durante la campaña, y su reacción tardía o silencio ante los despidos de los empleados estatales y la limpieza de la grasa militante; hubo ovaciones por parte de sus propios afiliados que le agradecen la astucia por haber logrado las cifras más altas para sus aumentos salariales en los últimos 10 años. El secretario general de la CGT Azopardo aseguró que las centrales no son “enemigas del Gobierno”, sino de “las políticas que implemente en contra de los trabajadores”, a la vez que le pidió al presidente Mauricio Macri que “se asesore” y “no se deje llevar por los técnicos”. Se quejó de la “inflación desbordante” y de que el Gobierno “se empecina” en “decir que es perjudicial” la ley antidespidos, impulsada por el PFV y el abogado laboralista Héctor Recalde con el apoyo del peronismo disidente y de la centroizquierda y que prohíbe los despidos y las suspensiones por 180 días.
Moyano dijo que “el Gobierno toma medidas para proteger a un sector en forma inmediata y tarda demasiado para proteger a los sectores laborales y de menores recursos”. De hecho, el gobierno ha eliminado las retenciones a los agroexportadores y a las compañías mineras, que remiten sus divisas al exterior.
“No tardan nada en determinar cómo se producen los aumentos, cómo le dan a otros sectores de la sociedad ventajas, pero para dar una respuesta a los trabajadores nunca tienen tiempo”, lamentó y volvió a reclamar por el Impuesto a las Ganancias, que tildó de “perverso” y porque “hoy pagan más trabajadores de los que pagaban en el gobierno anterior”.
“Yo le diría, Señor Presidente, entienda que todo esto que está pasando no es un capricho de la dirigencia, es un plato de comida más en la mesa de los trabajadores. A lo mejor cree que exageramos porque nunca les habrá faltado un plato de comida en la mesa”, “los funcionarios de turno toman decisiones como si fueran los salvadores de la Patria”, cuando “los únicos que pueden salvar a la Patria son los trabajadores”.
Hugo Moyano logró expresar su punto máximo de acumulación política con un acto en el estadio de River Plate, en octubre de 2010, junto a Néstor, Cristina, dirigentes y 70 mil personas. Después su capacidad de movilización fue disminuyendo. En diciembre de 2011, al no cumplirse sus expectativas de cargos políticos para representación del movimiento obrero, Moyano decidió romper con el Partido Justicialista y con el gobierno. La demostración de fuerza final la hizo en Huracán, días después de que la entonces presidenta reasumiera su segundo mandato.
En marzo de ese año había llegado a la Cancillería un exhorto de la Justicia suiza que pedía información sobre las causas judiciales vinculadas al líder camionero. La reacción fue cuestionar a Héctor Timerman por haber recibido el escrito, repudiar los “permanentes ataques” en su contra, y llamar a un paro general que no llegó a realizarse. Más allá de que existe cierto ensañamiento en el relato de los medios hegemónicos sobre ciertos personajes con orígenes humildes, la reacción de amenazar con el paro en defensa personal vino a confirmar el corporativismo que reina en las viejas estructuras sindicales.
La tensión fue escalando. Además del reclamo aún vigente sobre el impuesto a las ganancias, y las expectativas con ocupar lugares destacados en las listas o en el nuevo gabinete, también se reclamó un proyecto de participación de los trabajadores en las Ganancias de las empresas, que fue obturado por aquel ejecutivo.
En los últimos 12 años fueron creciendo los sindicatos y todas las expresiones políticas. Desde la crisis de 2001, cuando el pueblo en la calle se dio cuenta de que podía echar a un presidente, ese deseo de “que se vayan todos” logró canalizar sus expectativas por una vía que no fue directa. No surgió en 2002 un partido que expresara los reclamos populares. Las asambleas barriales se fueron desinflando. Asumió Eduardo Duhalde, que tuvo que anticipar el llamado a las elecciones luego de los asesinatos de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, cuando se manifestaban en el Puente Pueyredón.
Duhalde quiso poner un delfín: el gobernador santacruceño de apellido impronunciable, marido de una senadora díscola. Néstor Kirchner perdió en las elecciones de 2003, Carlos Menem le negó la posibilidad de legitimarse con un balotaje, y tuvo que ganar en el ejercicio del poder la estima de un pueblo descreído. Así, primero Néstor Kirchner y luego Cristina Kirchner, se legitimaron con medidas de gobierno, con políticas de Estado que devolvieron a vastos sectores la confianza en que la política es la única herramienta que tiene el pueblo trabajador para defenderse. Hoy por hoy, la interpretación de qué fue el kirchnerismo y cómo será su continuidad está en disputa. Disputa que como se vio en las últimas manifestaciones se dará en la calle y tendrá a los sectores populares como protagonistas.
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