¿DÓNDE ESTÁ EL PERONISMO?

(Por Marcelo Koenig* / Fotos: Rolando Andrade) Parafraseando a don Arturo Jauretche, que nos expliquen al peronismo los escribas de los monopolios mediáticos es como ir a comprar al almacén con el manual del perfecto comprador escrito por el almacenero. Peronólogos de toda laya pretenden y pretendieron fijar los límites, las negaciones y los derroteros de un movimiento nacional y popular que siempre está rompiendo los moldes. “El peronismo es de arena” supo decir con acierto el artista plástico Santoro. O mejor aún, con la fuerza de la poesía, de la palabra como estocada, lo definió John Willam Cooke como el hecho maldito del país burgués. Es el lado áspero de la historia, al que no se anima asomarse la academia, al que sólo ve superficialmente desde el periodismo, al que sólo se comprende, se vive y se siente desde la entraña y el corazón de los humildes.


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El peronismo es una obstinación argentina, dice Feinmann (el que supo hablar con el flaco, no el pequeño sujeto televisivo); es decir tal como lo define el diccionario una “actitud de mantener una idea a pesar de las dificultades o de otras ideas contrarias”. El peronismo es un mito como sustancia de política y justicia en la piel apareciendo en la historia con su soplo de reivindicador que incomoda a los incluidos. Según como se desentrañe ese mito se proyectará en la historia. No sólo en la pasada, también en la futura.

Pensar el peronismo no es una cuestión ociosa, una mera jactancia intelectual. No es una ecuación simple porque lo que de él se diga tiene injerencia en el destino de los argentinos y las argentinas. El peronismo continua latiendo al ritmo del pueblo, lo interpela y siempre logra rencauzar su representación encontrando los caminos como el agua, buscando por donde pasar. Y como el agua cuando se estanca, como decía Scalabrini, se pudre.

Por eso los limitados argumentos que huelen a operaciones sostienen que ciertas candidaturas van por afuera, o que han abandonado el peronismo, o que cuando se abandona cierta liturgia se pierde la mágica del credo de Perón y Evita. El reduccionismo periodístico solo puede concebir que el peronismo está donde está el sello del Partido Justicialista. Y agregan solemnes -sin investigar nada, por cierto- el partido que creo el propio Perón. Es la ecuación simplista del que no comprende la diferencia dinámica entre partido y movimiento.

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La historia propia del peronismo nos muestra que las liturgias y los nombres van y vienen: Partido Laborista, con el que Perón ganó su primera presidencia; Partido Único de la Revolución Nacional que creó poco tiempo después; Partido Peronista, con el que se presentó a la reelección; Partido Peronista Femenino, que creó Evita sobre la base de las delegadas censistas que facilitaron el voto femenino; decenas de nombres de partidos neoperonistas cuando el peronismo estaba proscripto, entre ellos Unión Popular con el cual Framini se impuso en las elecciones de la Provincia de Buenos Aires en los tiempos de Frondizi. Y podemos seguir aún después de la recuperación de la democracia en 1983, donde se fue consolidando la estructura del Partido Justicialista como tal. La victoria de la renovación se dio no desde ella sino desde un frente cuyo nombre era JDP (Justicia Democracia y Participación). En el 2003 tres candidatos (Kirchner, Rodríguez Saá y Menem) desde distintas membresías partidarias ad hoc disputaban no sólo la presidencia sino también el sentido del peronismo.

Desde el ejercicio del gobierno peronista, Néstor Kirchner no sólo asumió la presidencia del Partido Justicialista porque lo consideró un punto importante para consolidar la hegemonía en el peronismo existente, sino que además dijo: “somos peronistas, nos dicen kirchneristas para bajarnos el precio”. Esto fue así porque siempre las operaciones periodísticas planteaban la falsa oposición entre peronismo y kirchnerismo.

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Foto: Gabriela Manzo

¿Por qué entonces ahora los opinólogos nos dicen que el peronismo se queda donde está un sello partidario que de golpe adquiere un valor determinante? Porque no entienden lo que es el peronismo, su sentido, su fuerza, su despliegue en la historia. Pero además porque hay intereses concretos en esmerilar a la figura clave de estos tiempos: la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner.

¿Dónde está el peronismo entonces? El peronismo está donde están los humildes, los olvidados, las víctimas de este gobierno de ricos para ricos. El peronismo está en la luchas por pararle la mano a esta ceocracia sembradora de injusticias. El peronismo está en los que comprenden que este feroz endeudamiento que prolongan en cien años va a tener consecuencias nefastas en nuestro presente y en nuestro futuro. El peronismo está en los que tienen sed de justicia, porque la patria busca su dignidad.

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El peronismo, en definitiva, está donde está el pueblo con su esperanza. El peronismo está donde está su conducción en la que se condensa la esperanza de volver. Volver para ser mejores, ser mejores para volver. Esa conducción, a diferencia de lo que piensa el progresismo, no es una debilidad congénita del peronismo, sino su fortaleza. Cristina es nuestra conducción y nuestra fortaleza. El liderazgo no es producto del voluntarismo, ni de una autoproclamada renovación de la política. Siempre hubo de aquellos que creyeron que era su momento porque las conducciones, o estaban lejos, o estaban caduca, o estaban vilipendiadas por los medios masivos, o habían caído en desgracia. Si hasta en un congreso en Avellaneda los vandoristas proclamaron que para estar con Perón había que estar contra Perón. Ahí es cuando aparecen los verdaderamente leales. La lealtad es una virtud de peronistas. Es claro que la conducción no se decide sólo con los votos pero estos son indicadores muy difíciles de discutir de donde el liderazgo está. 

Como decía Rodolfo Walsh en los tiempos oscuros de la dictadura genocida, los pueblos no saltan al vacío, se repliegan hacia lo conocido. Lo conocido para nuestro pueblo de hoy es Cristina Fernández de Kirchner y los 12 años de gobierno popular. Por eso es que donde está ella está el peronismo, más allá de estructuras partidarias.

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En su acto de lanzamiento en el estadio de Arsenal, en Avellaneda, Cristina dejó un mensaje muy claro. Ella habló sola. Despojada, sin mediaciones innecesarias. “Quiero volver a ser parte de un movimiento en donde lo importante es el pueblo, los que sufren, los que necesitan”. Por eso sobre el escenario subió los problemas concretos de personas de carne y hueso.

Ese es el horizonte verdadero del peronismo, por lo menos tal como lo entendemos nosotros: hacer al pueblo feliz. Esto permite no solo cumplir con sus raíces, sino también tener futuro. Por eso es que ella le pone, otra vez, el cuerpo a la historia, transformando el liderazgo en conducción del conjunto.

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Porque nuestro pueblo necesita que lo conduzcan a una nueva victoria. Y para eso hay que construir la mayor unidad posible. Quien así no lo entienda deberá dar cuenta. Enfrentar no al gobierno liberal sino a otro compañero (aun cuando piense que puede sacar un rédito en el enfrentamiento) no es una actitud peronista, vaya con el sello que vaya. El peronismo irrumpirá en su forma kirchnerista con el sello de la Unidad Ciudadana para acabar con las pesallidas de este gobierno en donde la oligarquía se presenta también sin mediaciones. Y al que se resista a aceptarlo se lo va a llevar puesto el tráfico de la historia.

* Secretario General de Descamisados, Abogado y docente universitario

Un comentario Agrega el tuyo

  1. Mario dice:

    Excelente Marcelo.

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