(Por Gustavo Ramírez* / Foto de portada: Gabriela Manzo) Las fichas comienzan a desplegarse en el tablero del juego político. Octubre no es un mes más en el cronograma electoral de Argentina. Hay demasiadas cosas puestas sobre la mesa. En ese sentido ningún dirigente sindical quiere que le rifen las conquistas sociales.
El Movimiento Obrero necesita obtener un lugar preponderante en el terreno político. No es sólo la conformación de listas y ocupar cargos legislativos. Es poder desarrollar un programa que permita a los trabajadores recuperar terreno perdido sin ahogarse en el laberinto neoliberal. La mayor parte de la dirigencia sindical coincide en el diagnóstico coyuntural y también hay punto de acuerdo en la imperiosa necesidad de imponer un muro de contención a las decisiones políticas de Cambiemos.
Lejos del sentido común que impone, en el diafragma discursivo, la idea llana de que cada uno defiende su quinta, el sindicalismo promueve la movilidad socio-política. Sus jugadores juegan. No es fácil. Los movimientos son lentos y pensados. Del lado de los políticos saben, al menos en el peronismo, que sin el Movimiento Obrero la construcción de la unidad no es más una breve cálida brisa en medio de un invierno crudo.
Sin demasiadas vueltas, el sindicalismo ha definido posiciones entre diversas opciones. Así por ejemplo el Triunvirato muestra una variable en la corriente de pensamiento. Daer decidió dejar el Frente Renovador y apoyar a Randazzo. Acuña apuesta por Massa y Schmid salió al ruedo con peso propio al postular su precandidatura el en peronismo santafesino. Pero la cosa no se detiene ahí. La Corriente Federal de Trabajadores, en su expresión mayoritaria, impulsa una candidatura de la ex Presidenta Cristina Fernández. Como se podrá observar el Movimiento Obrero se mueve.
Más allá del rol que cada uno juegue en el entramado de los tejidos estructurales lo cierto es que el sindicalismo argentino expresa una fuerza de reacción política que trasciende al voluntarismo. Los posicionamientos que se asuman para octubre no van implicar la ruptura de unidad que referencia a los gremios. La expresión de dicha opción está marcada por el diálogo que se forjó entre dirigentes encumbrados de la CGT y la Corriente Federal, como ejemplo.
Son tiempos líquidos y todo pasa muy rápido. En tal sentido cabe preguntarse que implica la definición de unidad. No como ejercicio intelectual. Más bien como catalizador político. Si la construcción sólo sirve para ponderar la imagen de una figura y no contiene el germen de un proyecto superador de la instancia actual. cualquier idea de unidad se estanca en una superficie porosa.
Hay momentos históricos donde la verticalidad sirve como ordenador. Sobre todo cuando la conducción política pierde el rumbo en función de cierto narcisismo ideológico. Aún así el criterio que prima entre la dirigencia sindical es confluir en un proyecto que no culmine con las elecciones de octubre.
El Movimiento Obrero es consciente del momento histórico que se atraviesa. Sobre todo porque los distintos sectores gremiales lo padecen a diario. Y allí hay que poner en escena la importancia estratégica de la unidad. Una fuerza que motoriza hacia adelante más allá de las especulaciones oportunistas. La CGT pudo salvar las diferencias internas y no se potencio la ruptura que muchos anhelaban, más allá de las discrepancias existentes. La CTA busca la reunificación y construye ejes programáticos para ello. Eso en las grandes estructuras.
Sin caer en los espacios agotadores del micro clima, existen referencias trascendentes a la hora de observar la unidad en el campo sindical. La experiencia de los gremios docentes ha dado el empujón necesario. Pero cunden otros ejemplos. Los sindicatos aeronáuticos también dieron muestras , estas últimas semanas, que la unidad no es una apreciación en abstracto. ¿Puede la dirigencia política, del campo nacional, observar y tomar nota de estas caracterizaciones que componen un espectro que rompe el sentido común?
En sentido político el sindicalismo es pragmático, pero no es eso sólo. El “movimiento” es amplio. Y sí, en la puja por la concreción de espacios de poder, puede ser contradictorio. Los trabajadores, sus organizaciones sindicales, no se contraen en las tramas paranoicas de las estructuras palaciegas. Para el peronismo, para su ejercicio político, el sindicalismo es tan imprescindible como indomable e incorregible.
* Director de AGN Prensa. Periodista: La Señal Medios/ Radio Gráfica/ AM 1010 Onda Latina: Palabra Sindical