Donald Trump va a ser el candidato presidencial del Partido Republicano en las elecciones de 2016. Un personaje que desata odios y amores en su país, los Estados Unidos, y un común sentimiento de rechazo en Latinoamérica.
Por Modesto Emilio Guerrero
Las encuestas señalan que muy pocos ciudadanos latinoamericanos (10%) lo verían con gusto en la Casa Blanca y que el 80% de los hispanos no le quieren. El magnate Donald Trump llegó a la Convención Republicana de Cleveland (Ohio) arropado por el mayor número de votos en primarias de la historia del partido, pero abandonado por las grandes figuras políticas, las empresas y los artistas de su país.
Empresas financieras o de telecomunicaciones, que suelen aprovechar este evento como gran escaparate, han declinado patrocinios ante el temor de ofender a colectivos como los inmigrantes hispanos, las mujeres o los musulmanes, objetivos favoritos de los dardos de Trump.
Según la publicación Político, la cancelación de patrocinios de FedEx, Visa, Pepsi o Coca Cola ha dejado a los organizadores del cónclave republicano con un agujero de seis millones de dólares que han pedido llenar al billonario y donante republicano Sheldon Adelson.
Curiosamente, muchos son los puntos que conectan a Trump con América latina:
1-. Nacionalismo antihispano frontera México con Estados Unidos
Trump es fundamentalmente un nacionalista y proteccionista, lo que le lleva a asumir posturas xenófobas.
El candidato republicano rechaza la inmigración de latinoamericanos a Estados Unidos porque cree que Latinoamérica envía “gente incorrecta” hacia Estados Unidos y vincula las drogas, el crimen y la violación con los inmigrantes de México y de otras zonas de América latina.
“Están enviando gente que tiene muchos problemas, nos están enviando sus problemas, traen drogas, son violadores, y algunos supongo que serán buena gente, pero yo hablo con agentes de la frontera y me cuentan lo que hay”, dijo Trump al lanzar su precandidatura. En especial su rechazo es hacia México porque considera que el tratado de libro comercio daña los intereses comerciales de EEUU: “Nos están ganando económicamente, no son nuestro amigo”.
El resultado es contundente: casi ocho de cada 10 hispanos inscritos para votar en noviembre consideran a las propuestas del precandidato presidencial republicano Donald Trump como extremistas, según una encuesta difundida este domingo.
Como señala Álvaro Vargas Llosa en La Tercera, “basta examinar la plataforma programática de la Convención del Partido Republicano para darse cuenta de que Trump quiere trazarle una ruta proteccionista y nacionalista al partido, modificando su orientación de décadas recientes. Para un liberal en asuntos económicos como Paul Ryan, que presidirá la Convención, debe ser un trago amargo tener que aceptar una política comercial y migratoria como la que ha sido estampada en ese programa (en otros asuntos, como la reducción impositiva o la defensa de la empresa privada, en cambio, hay coincidencias)”.
2-. Trump y sus inversiones en Latinoamérica
Trump mantiene ese discurso xenófobo a la vez que invierte en América latina. Parte de su fortuna de 4,100 millones de dólares se ha generado al sur de la frontera, desde Uruguay a Puerto Rico, de México a Brasil.
Destaca por ejemplo su participación en la construcción de un hotel de 70 pisos en la Ciudad de Panamá, que al inaugurarse en 2011 se convirtió en el edificio más alto de América Latina para ese momento.
Además, Donald Trump ha invertido anteriormente en un hotel en Acapulco, en Punta del Este (Uruguay) y otro en Medellín. No en vano en 2012 no dudaba en decir: “Es un gran momento para invertir en América del Sur. A algunas partes del mundo les está yendo bien y a otras no tanto; éste es el tiempo de América del Sur”.
Al lado de su apuesta por diversificar sus inversiones, defiende cerrar las fronteras estadounidenses. Trump es un convencido proteccionista y nacionalista que no ve con buenos ojos los tratados de libre comerico. Sostiene que EE.UU. está perdiendo con México en temas comerciales.
El candidato presidencial republicano amenaza con renegociar o incluso “romper” el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) si llega a la Casa Blanca en 2017: “Bien lo renegociaremos, bien lo romperemos porque, sabe, todos los acuerdos tienen un final”.
3-. Nicolás Maduro, heredero del populismo chavista
El populismo ya no es solo una cuestión latinoamericana. Los tiempos de crisis engendran líderes de ultraderecha y movimientos populistas con algunas banderas de la izquierda. En ambos casos, cumplen el rol de desviar o impedir revoluciones sociales genuinas.
La primera guerra mundial produjo cuatro revoluciones sociales anti capitalistas en Europa central y dos en Alemania entre 1918 y 1919. Aunque solo triunfó la soviética, aquellas revoluciones representaron el gran síntoma del siglo de las revoluciones y las crisis del capitalismo que encendió las alarmas del sistema mundial de poder de la burguesía.
Pero cuando la crisis no es resuelta por una revolución social, aparecen soluciones intermedias que deforman las razones y los objetivos de las crisis sin darle una solución superadora. Esos representaron el fascismo, por la derecha, que fue una solución del gran capital concentrado para frenar y derrotar las revoluciones, asesinando a sus partidos y vanguardias. Sus máximos representantes fueron Musolini y Hitler, pero hay muchos otros durante el siglo pasado.
Al mismo tiempo, también aparecen las llamadas soluciones “populistas” en momentos de crisis, que significan salidas intermedias, por izquierda, distintas al fascismo. Esos fueron los casos del peronismo, el cardenismo y el varguismo, en los años 30 y 40 de América latina, o Hugo Chávez y la “revolución bolivariana”, aparecido hace 17 años para iniciar el ciclo de gobiernos progresistas en América Latina, algunos de los cuales fueron de izquierda.
La crisis de 2008 está detrás de los movimientos populistas de derecha en Europa (Marie Le Pen) y en Estados Unidos (Donald Trump).
Como apunta Steven Levitsky en La República, “para muchos latinoamericanos, sin embargo, el fenómeno Trump no es novedoso. Trump es un populista. Como Perón, Chávez, Fujimori, Bucaram, Correa, y Humala en 2006 (pero no en 2011), es un outsider personalista que moviliza a la masa con un discurso antielite y antiestablishment. Primero, Trump es un outsider. No ha ocupado ningún cargo público. Nunca ha sido candidato a nada. En un país donde cada presidente elegido en los últimos 60 años ha sido gobernador, senador, o vicepresidente, un candidato novato es una rareza. Segundo, Trump es personalista. No tiene propuestas claras… Finalmente, Trump es antiestablishment. Como Fujimori en 1990, Trump se peleó con casi todo el establishment”.
Una victoria de Trump en la presidenciales llevaría a la Casa Blanca a un presidente muy contrario a los intereses de América latina incluso si se lo compara con las gestiones de Barack Obama, que ha llevado un acercamiento a la región o George W. Bush, quien hablaba español, o Bill Clinton que apostó por el ALCA con los países latinoamericanos.
¿Obama estuvo a favor de los intereses de América Latina? ¿El ALCA es un tratado que llevó beneficios a los campesinos colombianos? El NAFTA, ¿benefició a los mexicanos? ¿Usted cree que balbucear español es un “beneficio” para América Latina? La nota es confusa, porque pone en la misma bolsa a Perón, Correa y Trump y se cuida muy bien de no mencionar a Macri. Macri y Trump son iguales: mienten para llegar al poder y luego gobernar para sus empresarios, terratenientes amigos, que les hicieron la campaña.
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