“No se lucha con los puños sino con la inteligencia”
Distinguidos amigos de Brasil:
Siento no estar hoy personalmente con ustedes. Soy consciente del gravísimo problema institucional que los aqueja. No es una cuestión que solo atañe a vuestro país, sino a toda nuestra región. Más allá de las razones afectivas y emocionales que me unen a ustedes, Brasil es la pieza clave de la regionalización y eso nos interesa a todos, porque en este momento de poder planetario, es la única forma de enfrentar al tardocolonialismo que nos acecha.
Un golpe institucional en Brasil dañaría por mucho tiempo la consolidación de nuestra unidad regional y, por ende, el desarrollo humano de los muchos millones de habitantes de todos nuestros países.
Vivo con verdadera angustia el proceso que los afecta.
Tanto en el Brasil como en la Argentina, la regresión social e institucional cabalga sobre dos ejes: el monopolio mediático y un sector de jueces ebrios de poder.
No se contentan con destruir la Democracia, sino que van sobre la República: en la Argentina, las corporaciones transnacionales se han apoderado por pocos votos del Poder Ejecutivo, y este manipula a gusto al Legislativo y al Judicial. En vuestro querido país, se apoderaron de los otros dos Poderes y se valen de ellos para desplazar a un Ejecutivo que obstaculiza su avidez e insaciable glotonería crematística.
Como en los tradicionales golpes de estado de otros tiempos, contra todo gobierno popular esgrimen el espantapájaros de la corrupción. No olvido que cuando se suicidó Getúlio Vargas en el Palacio Catete, a poco se invadió Guatemala para instalar la sangrienta dictadura de Castillo Armas y se nos bombardeó nuestra Ciudad de Buenos Aires, se ametralló a nuestro Pueblo desde el aire, para instalar la dictadura de 1955, que cometió crímenes tales como el fusilamiento por delito político. Todo eso se hizo con la ridícula careta carnavalesca de la Democracia, la República, la pureza administrativa, la transparencia y cuanto otro valor pudieron pisotear y arrastrar por el fango de sus intereses colonialistas.
Al igual que en todos esos casos, eso lo llevan a cabo quienes tienen sus manos completamente embarradas con dineros públicos o con la explotación del poder, sólo que sus depósitos de monedas mal habidas los encubren los medios de comunicación monopolizados.
Más allá de los errores de los gobiernos populares, nada autoriza a formular imputaciones falsas, a inventar causas judiciales, a que ningún juez estrella salte a la política presentándose como el cruzado de la pureza, a asociarse con usureros y explotadores internacionales, en una palabra, a incurrir en una traición a los intereses más elementales de nuestros Pueblos.
Tienen ustedes el espejo de mi país, donde pueden ver reflejado qué se proponen en el vuestro en caso de usurpar el Poder Ejecutivo: devaluación, encarecimiento, inflación, deterioro del salario real y de las pensiones y jubilaciones, carestía de productos de primera necesidad, reducción de lo que consideran gastos inútiles (educación, salud, universidades, investigación), paralización de la investigación tecnológica, despidos masivos de empleados públicos, desempleo de la actividad privada, crecimiento bajo cero, endeudamiento internacional, reforzamiento de la censura en los medios, persecución de periodistas críticos, destrucción del aparato industrial nacional en nombre de una pretendida libertad de mercado, apertura descontrolada de importaciones, quiebra de nuestras pequeñas y medianas industrias, y podría agregar una larga lista de etcéteras.
Considerando quiénes somos y qué responsabilidad nos incumbe, me veo obligado a llamar la atención sobre un aspecto: este tardocolonialismo nos agrede penetrando por las fisuras de nuestras defectuosas instituciones.
Desde el derecho debemos imponernos a la derrota de la política, que hoy y en todo el planeta, besa los pies del las pocas centenas de corporaciones que dominan el mundo. Es tarea nuestra contribuir a la revalorización y el empoderamiento de la política.
En segundo lugar, debemos alertar a nuestros jóvenes y a nuestros Pueblos en general. No podemos permitir que caigan en las provocaciones que tratan de generar violencia social, para poder descargar toda su inhumana fuerza represiva.
Es nuestro deber dar a los políticos populares las consignas de lucha, es decir, las ideas-fuerza de esta etapa, respecto de la urgente tarea de cerrar las enormes brechas por las que penetra esta nueva forma de colonialismo.
Pase lo que pase, los Pueblos no pasan, porque la sociedad es dinámica, los Pueblos no sólo quedan, sino que vuelven por sus fueros. Tarea nuestra es proveerlos de los instrumentos técnicos para que nunca se repitan estas aberraciones institucionales. Ocupemos el puesto que nos corresponde como verdadera gente del derecho. Este será el único modo de crear fe popular en el derecho.
Es nuestra misión crear esa fe, destruir la desconfianza creada por las invocaciones estafatorias de nuestros tránsfugas, que arrastraron las palabras más nobles por las cloacas de su impudicia.
Es fundamental crear fe popular en el derecho, porque si se descarta el camino del derecho, sólo queda el de la violencia, y hoy, en un mundo manejado cibernéticamente, no se lucha con los puños sino con la inteligencia, pues con los puños perderemos siempre, y eso es lo que buscan los agresores.
Además, la violencia tiene dos problemas gravísimos: aunque se gane, la cuota mayor de muertos y dolor siempre la ponen los más humildes. Y, por otra parte, las heridas que deja tardan generaciones en cicatrizar.
Seamos conscientes de nuestra responsabilidad, ocupemos el puesto que nos corresponde: cada uno en su puesto, que el enemigo avanza.
Que Dios depare a nuestros Pueblos lo mejor y les ahorre cualquier sufrimiento.
Un fuerte abrazo fraterno, más estrecho que nunca.
E. Raúl Zaffaroni
Excelente comentario como siempre el compañero Zafaroni es todo un ejemplo de don de gente y de jurista.
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Gracias!
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