Carlos “Indio” Solari volvió a las andanzas con una poética acorde a los tiempos que corren: las tropas que ríen en las calles, los pitucas con bastón y el amor y la poesía que resisten a la uniformidad capitalista. Habló de su enfermedad y en pleno recital también pudo escucharse el mantra que inquieta al poder político: “Vamos a Volver”.
Por Federico Tártara/ Fotos: María Eugenia Olazábal
Varios “Chacales”, empilchados con pecheras verdes fluor, reposan tranquilos junto a las vallas cuando falta más de una hora para que la espera llegue a su fin. El origen-en la acepción más grande del término- y la mimetización con las bandas de ricoteros explican la simbiosis que genera un ambiente libre, sano y plagado de excesos. En toda la previa, sólo se observa un grupito de policías locales, en una esquina, como cualquiera.
Por calle Espora y también por la Ruta 226 mujeres y hombres de la Patria caminan siempre mirando al frente, sin descanso. Las melodías cambian a cada paso y se juntan con otras que llegan de otros puntos: de un parlante de un auto, de los cánticos intermitentes de las ramblas, de una fiesta en casas ajena. En la estación de servicio antes de la rotonda, hay algo que es imposible de comparar: no es similar a la previa de un superclásico, no es parecido a otro recital, no tiene nada que ver con alguna manifestación; es algo único, irrepetible y mágico. Siquiera puede compararse con otra Misa, porque en este punto también las palabras no alcanzan. La muchachada comparte copete, ríe y canta, muy simple.
Los fanáticos se agolpan por inercia en medio de calles polvorientas y con poca luz. De poco sirven los letreros que indican las puertas: “se puede entrar por cualquier lado”, dice un Chacal, para luego agregar: “linda fiesta, ¿no? Nosotros también festejamos, esto es de todos”.
Se pasan dos controles y se abre el llano del Circo de Carreras. Bien al fondo y tanto del lado derecho e izquierdo se imprime un Indio de colores verdes y marrones, que está como tirando un paso de hip-hop, expresión acorde a la cultura que el cantante popular pegó desde el año 2000 en adelante, pero que nunca llegó a digerir en su totalidad. Sobre el pasto hay grupitos que toman birra y apuran porros paraguayos. En un flash, se abre la escena. Hay alguien, vestido con una campera azul dividida en bordados y que porta una gorra GAP beige, que comienza a desplazarse con paso seguro hacia el micrófono central, lo coloca perpendicular y en dos movimientos se acoda. “Si me pueden escuchar se los voy a agradecer mucho. Quiero decirles algo que tengo necesidad de decirles. Si me escuchan les voy a agradecer mucho. Anda circulando en internet una versión de que estoy enfermo… y es verdad… Mr Parkinson me anda pisando los talones… Pero bueno, digo, ¡aquí estoy!”, y la monada responde con el “fuerza Indio”, pero también con el llanto. El líder de masas repasa los cambios en los músicos de la banda y se va. Son las 21.10 y la incertidumbre invade más de 150.000 corazones.
Solo hablarán mis canciones
A nadie a esta altura se le escapa que el Indio Solari rara vez juega a los dados con la lista de temas de cada uno de su shows. Tandil, no fue la excepción y la intro marcial de “Nuestro amo juega al esclavo”, invadió las sierras para propagarse a todo el país con un claro mensaje que sintetiza el contexto político de represión, cárcel y palos que impone el gobierno de Macri. La letra es amplia, grande, y del año 1989, y ha quedado marcada por el “violencia es mentir”, aunque también dice de jugársela, sin concesiones.
Pegada aparece “Pedía temas en la radio”, decorada por la foto de una cárcel en la pantalla, completando así el cuadro para decodificar que, quien está” ciego en la bruma”, también está preso. Y ahí nomás, “Porco Rex”, muy repentina en relación con el mensaje inicial.
Para este momento, que aún no aparecieron los zapatillazos, el cantante olvida un par de letras entre sonrisas cómplices, le habla a la cámara e insiste con patear como un delantero de fútbol los objetos que caen en el escenario. “Tatuaje”, desinfla bastante el primer envión, pero con “Charro Chino”, vuelve la fiesta: “hagamos una disco”, expresa. Paso seguido, viene “esto es to-todo amigos”, que el Indio ameniza con un “muchos dicen que fue una predicción de lo que pasó en Cromagnon, que cada uno interprete”, para salir de la pregunta reiterativa del mensaje de sus letras.
“Gran Lady”, surge en un contexto de narcos de efedrina que se pasean por Ciudad del Este, pero también como “una linda aventura”. Después, “Salando las heridas”, un himno olvidado de tiempos de Oktubre que suena distinto, actual y misterioso. Este mini-bloque de clásicos, que también comprenden “Cruz diablo” y “Ella baila con todos”, dos gemas de Luzbelito, culmina con “Ramas desnudas”, una de los temas más intimistas de Solari, que en escena se adorna en la pantalla central con colores rojizos y formas abstractas.
Olor a leyenda va a tener
El público del Indio tiene una fragmentación generacional. El primer grupo es el que se curtió a partir de la esquina en la década del ´90, signado por el desempleo, la crisis económica y la destrucción del Estado. Fue muchas veces caracterizado despectivamente por los medios de comunicación y temido por los buenos vecinos, que ahora se arrepienten. A su forma, pudo generar una ideología emparentada con Luzbelito- ese pibe desangelado de las barriadas- y entonarse en un carnaval de desparpajo pero también de mucha realidad en tiempos de “pupeto” de La Rúa. Ahora convive con los nuevos pibes y pibas que se acercaron al calor de la mística ricotera, interpelados por la nueva prédica que engloba la exclusión de las clases populares, los males de las corporaciones que se desatan en los cambios climáticos, el amor en tiempos de la guerra y las historias comunes de tipos que intentan recuperar – por la maquinaria capitalista- el lenguaje de la poesía.
En esto, aparece la potente y definitiva “Todos a los botes”, con telón de fondo que contiene imágenes del Riachuelo que, a diferencia de la canción inicial, dice: “nos quieren pacientes”, como un invite en modo espejo a la rebelión. Seguidito, “El arte del buen comer”, que se podría direccionar hacia algún máximo mandatario pero que enormes quedan frases como “nunca muestran todo el mazo”, y “timbero, fogoso y feroz”.
En “El arte del buen comer”- Pituca-, “Torito”, “Ceremonia durante la tormenta”, y “A la luz de la luna”, el líder de masas rompe aún más las rígidas estructuras de su personalidad y mete risas, buenas voces y baile desaforado. Pero, para este momento, vuelve la lluvia de zapatillas y reacciona enojado y desafiante: “subite al escenario y tirame la zapatilla acá”, propone gruñon.
Los pasos de danza desde el escenario tienen su correlato en el campo del Hipódromo. Es común ver a personajes, casi siempre en solitario, que bailan todos los temas gesticulando y con buen tino cada una de las metáforas. Como en el viaje de fiesta y carnaval de “Momo Sampler”, que en el prólogo del librito del disco afirmaba: “Te prometemos que en la alegría y la risa del festival nadie osará dar una interpretación siniestra a tu repentina vuelta a la forma humana”.
“Las increíbles andanzas del capitán Buscapina en Cybersiberia”, es la canción número 17 de un repertorio que ya pasó por todos los climas y sabores. La dedicatoria va para Walter Sidotti, el ex batero de Los Redondos, el verdadero rocker de antaño que surfea avalanchas, pero que se desvanece en resacas. “Es hora de levantarse querido ¿Dormiste bien?“, comienza a levantar nuevamente el agite, por clásico y por rítmica, sin embargo los primero acordes de “Barbazul” se adormecen por un Indio que se enoja nuevamente ante las agresiones. “No le falta el respeto al Indio”, dice uno de los guitarristas, situación que el propio Solari desautoriza esbozando “no se falten el respeto a ustedes”.
El bloque final de canciones comienza con un “Luzbelito” sanador, continúa con “La parabellum del buen psicopata“, y se nivela con dos nuevos clásicos: “Había una vez”, que muchos cantan con los dedos en V, más que con el puño internacionalista, y con “Vino Mariani”, única poética que se explica al detalle: “no habla de un señor Mariani, sino del vino de coca que tomaban los cantantes, como Caruso, en Manaos”.
“Adieu bye bye”-Sexy bomba-, “Porque será que no me quiere Dios”, “Rock para los dientes” y “Flight 965”, entran seguiditas para ser sólo un intro del siempre contradictorio final de los recitales del Indio. Para la apertura basta con “una que sepamos todos” y la polvareda en segundos inunda la vista de todos los presentes. En mitad del tema, para los bises, ya comienzan los fuegos de artificio. Las luces y lucecitas entran por los ojos desde los cuatro puntos cardinales. La entrega en cada movimiento es total, el cansancio ya no importa, recobrar el sentido de los días es la máxima de tremendo viaje. Solari se va y no encuentra explicación para tanto cariño: “imposible de aguantar esto, no se de que se trata, no me quiero hacer cargo, gracias”. Aplaude y termina. Sin anuncios, ni una próxima vez. La puta madre.
Un Indio que resiste
En tiempos que duelen, el legado solariano ya está hecho. Ya son cuarenta años de probar por otro lado y mantenerse firme sus convicciones, sirviéndose sólo del sistema como plataforma para viralizar un mensaje conmovedor. Desde el inicio solista, la obra mutó hacia los temas de un modelo mundial que “ya no se aguanta”, entonces por esto el Indio resiste y, cada tanto, dispara desde su puesto de francotirador. Con la otra resistencia, para con “lo malvado”, sólo pedir por favor que el adiós no se alargue.
linda nota, pero salando las heridas es de la mosca y la sopa, no de oktubre. saludos.
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Lamentó que politicen todo. Lamentable. Y saltando las heridas es del disco la mosca y la sopa. Vamos a volver, a una misa india más. Solo eso
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