“Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los ministros infieles que, en vez de despojarse de sus propias ambiciones, despojan incluso a los inocentes de su propia dignidad“. El Papa Francisco rezó una oración que escribió especialmente para concluir el Via Crucis que presidió este Viernes Santo alrededor del Coliseo Romano acompañado de miles de fieles.
Los textos de las meditaciones y las oraciones de la Vía Crucis fueron preparadas este año por el cardenal italiano Gualtiero Bassetti, arzobispo de Perugia sobre el tema: “Dios es misericordia”.
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Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo alzada en nuestras hermanas y hermanos asesinados, quemados vivos, degollados y decapitados por las bárbaras espadas y el silencio infame.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los rostros de los niños, de las mujeres y de las personas extenuadas y amedrentadas que huyen de las guerras y de la violencia, y que con frecuencia sólo encuentran la muerte y a tantos Pilatos que se lavan las manos.
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Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los que quieren quitarte de los lugares públicos y excluirte de la vida pública, en el nombre de un cierto paganismo laicista o incluso en el nombre de la igualdad que tú mismo nos has enseñado.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los poderosos y en los vendedores de armas que alimentan los hornos de la guerra con la sangre inocente de los hermanos.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los traidores que por treinta denarios entregan a la muerte a cualquier persona.
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Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los ladrones y en los corruptos que en vez de salvaguardar el bien común y la ética se venden en el miserable mercado de la inmoralidad.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los necios que construyen depósitos para conservar tesoros que perecen, dejando que Lázaro muera de hambre a sus puertas.
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Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los destructores de nuestra «casa común» que con egoísmo arruinan el futuro de las generaciones futuras.
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Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en nuestro mediterráneo y en el Mar Egeo convertidos en un insaciable cementerio, imagen de nuestra conciencia insensible y anestesiada.
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Primera estación
La primera estación, que relata el momento en que Jesús es condenado a muerte, servirá para reflexionar sobre la exclusión, la pérdida de bienes y seguridad ante situaciones externas a la espiritualidad.
DUODÉCIMA ESTACIÓN
Jesús muere en la cruz
El grito de Jesús es el grito de todo crucificado en la historia, del abandonado y del humillado, del mártir y del profeta, del calumniado y del condenado injustamente, de quien sufre el exilio o la cárcel. Es el grito de la desesperación humana que desemboca, sin embargo, en la victoria de la fe que transforma la muerte en vida eterna.
DECIMOCUARTA ESTACIÓN
Jesús es puesto en el sepulcro
El hombre, deslumbrado por unas luces que tienen el color de las tinieblas, empujado por las fuerzas del mal, hizo rodar una gran piedra y te ha encerrado en el sepulcro. Pero nosotros sabemos que tú, Dios humilde, en el silencio en el que nuestra libertad te ha depuesto, estás más activo que nunca, generando nueva gracia en el hombre que amas. Entra, pues, en nuestros sepulcros: enciende de nuevo la llama de tu amor en el corazón de todo hombre, en el seno de toda familia, en el camino de cada pueblo.
14 Estaciones de Cristo entre los que sufren
Un Dios que refleja sus lágrimas de sufrimiento por sus hijos inocentes: los migrantes bloqueados en las fronteras, los cristianos perseguidos, los judíos en campos de concentración, las familias divididas, los niños violados; pero que también mira con esperanza la conversión de los poderosos prepotentes que pisan a los inocentes y los débiles.
El Papa dejó en el aire varias cuestiones para meditar: ¿Dónde está Dios en las minas y en las fábricas donde trabajan niños como esclavos? ¿Dónde está Dios en las embarcaciones que se hunden en el Mediterráneo?
La Cruz a las espaldas de familias, migrantes…
La Cruz símbolo del sufrimiento de Cristo, fue llevada en cada estación por discapacitados, familias, jóvenes, migrantes de China, Paraguay, Ecuador, Uganda, Bosnia, México, refugiados de Siria, los frailes de Tierra Santa y en la última estación por el cardenal Vallini.
Historia
La historia de la Vía Crucis en el Coliseo inició en el Año Santo de 1750 con papa Benedicto XIV. El Pontífice hizo consagrar el anfiteatro Flavio en memoria de los mártires cristianos. Así se vuelve una tradición el rito de las 14 estaciones como la conocemos hoy.
Después de 1870, con la unidad de Italia, esta devoción no repitió. Después en 1926 en el tiempo de los pactos de Letrán la Cruz volvió al Coliseo.
En 1959 Juan XXIII volvió a celebrar el rito en el Coliseo, pero hubo que esperar a Pablo VI para que en 1964 se convirtiera en una tradición para cada Viernes Santo, también en tiempos de la transmisión televisiva.