(Por Sacha Kun Sabó * / Foto de Portada: Gabriela Manzo) Represión, asco, vergüenza, sangre, pólvora. La última jornada legislativa trajo la cara más oscura de Cambiemos y de su fuerza de disciplinamiento: Gendarmería Nacional (GNA). Qué decir del caso Santiago Maldonado en Esquel y el de Rafael Nahuel, con un nuevo réspice con saldo luctuoso en una comunidad Mapuche de Bariloche que traen nuevamente sobre el tapete la problemática de las fuerzas de seguridad en relación a la obediencia debida. Cuando el límite de la represión en la Pu Lof Cushamen y en Lafken Winkul Mapu es la vida misma. Todos sabemos de los intereses ocultos geoestratégicos, acuíferos, inmobiliarios o del servicio de delivery represivo de Macri a empresarios terratenientes. Pero hay una vieja / nueva discusión sobre el rol corporativo de la GNA y el resto de las fuerzas en relación a la represión. Los “Centinelas de la Patria” poseen una tradición que excede su actual realidad implacable en los confines australes argentinos. Ahora se sumó Prefectura, no ajena a los skyvan y los vuelos de la muerte en la última dictadura.
“La materialización y la representación de la muerte
es inherente a la ideología de clase de cambiemos”
Coco Garfagnini (Dirigente Tupaquero)
Los extraños acontecimientos que recorren la Patagonia son ya por de más cuantiosos. Hay represiones a comunidades ancestrales, heridos de bala de goma y plomo, muertes, la de Maldonado no es la primera en la era Macri, y donde desgraciadamente anticipamos, la de Rafael Nahuel, no será la última.
Hay un rancio aroma. Aparición de patrullas israelíes en la cordillera austral; acuerdos de Macri para bases de la Guardia Nacional de Georgia (U.S.A.) para apostar bases en el sur; la llegada de unidades de la DEA y el FBI en Tierra del Fuego, la visibilización de fuerzas de tierra, aire y mar en relación al operático Cormorán prohibido explícitamente por el Congreso de la Nación, lo que se suma a la triste e inexplicable desaparición de un submarino de la Marina con 44 tripulantes, de los cuales siete no eran de la dotación estable y cinco directamente del área inteligencia. Todo ello más las políticas económicas implementadas recientemente que tienden al despoblamiento de la isla austral y los decires de diversos funcionarios sobre el entregar la isla por inviable económicamente, sumados a los no conocimientos de temáticas de soberanía del presidente, preocupan a sobremanera. Podemos agregar las pertenencias a organismos de inteligencia americanos e israelíes del suicida Alberto Nisman, Elisa Carrió, Laura Alonso, Patricia Bullrich, Esteban Bullrich y el reactivado Jaime Stiuzo.
En este enrarecido clima de época, cambiemos desvía la atención de un hecho gravísimo, como el luctuoso desenlace del operático Cormorán y los 44 argentinos desaparecidos en altamar, con otro hecho medianamente grave en términos de los analistas de inteligencia amarilla, como es la última represión con muerte en el lago Mascardi. Shakespeare diría en su Hamlet “algo huele mal en Dinamarca” o más cercano a nuestros derroteros, en la Patagonia. Que la “pax romana” cunde en esos territorios australes es justamente la labor de GNA.
El caso Maldonado fue el que trajo sobre el tapate nuevamente el rol de esta fuerza de seguridad que permanentemente, y por diferentes razones, ha estado tristemente vigente en los mapas gubernamentales y legales en estos pródigos años de democracia argentina. Desde sus más remotos orígenes con la ya Gendarmería Volante, la fuerza siempre estuvo cercana a los requerimientos privados, Benetton y Lewis son sólo las últimas cuentas en un largo collar de concupiscencias con los intereses empresariales. Esta soldadesca cuasi mercenaria que, a manera de los legionarios franceses, fue una fuerza de choque de sectores privados, que masacró en diferentes momentos de la historia argentina pueblos originarios en un proyecto conjunto con los sectores de poder económico.
“Debemos recordarlos como lo que fueron: centinelas de la Patria que eligieron servir al país por vocación”, expresó en diciembre de 2015 la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, en el cortejo de homenaje a los 43 gendarmes fallecidos en aquella desgracia vial, cuando se los enviaba a la provincia de Jujuy para reforzar el escarmiento a la Tupac Amaru como fase del esquema del Estado provincial de Gerardo Morales para desmontar la organización comunitaria y social.
Jujuy fue un laboratorio represivo en estos dos años de gobierno neoliberal. Hoy se extiende a todo el país. Una construcción de poder entre servicios y represión que sólo sirve para una “calma chicha” de corto alcance, en un modelo vacío, de economía extractiva, que se sustenta en el desmembramiento de la democracia, la criminalización del opositor, la judicialización de lo político, el pedido desaforado de créditos impagables, en la complicidad de la desinformación y la dominación medial. Los presos políticos, ya varios muertos en democracia, ayudan por medio del miedo a un débil gobierno fundamentado en la construcción de sentidos colectivos dentro de la mentira serial. Pero, la sociedad votó y miró para otro lado dando consenso a lo actuado y a lo por actuar.” El hecho de no hacer nada no está vacío, tiene un significado: decir sí a las relaciones existentes de dominación” Slavoj Zizek.
El que entiende que, así como en la vida personal y privada, quien se mantiene en un estado de pasividad está obedeciendo a un mandato familiar o del circuito íntimo como si fuera una manifestación del totalitarismo en la vida privada, en el campo de lo social quien no tiene nada para decir o hacer, aunque no se dé cuenta está, obedeciendo a un otro. Porque tal vez como diría Primo Levi “Aquellos que niegan Auschwitz estarían dispuestos a volver a hacerlo.” La Cámara de Comercio de Bariloche vitoreó, en la catedral argumentando “si son mapuches algo habrán hecho…”
Parafraseando a Pilar Calveiro, la propagación del disciplinamiento castrense en las sociedades hace que el comportamiento individual en relación a la obediencia tenga un penetrante asentimiento dentro y fuera de las instituciones armadas. Los mecanismos de reproducción ideológica hacen que el desobedecer sea impensado. El subordinado es un prisionero dentro de su propia fuerza con una aceptación natural y de reconocimiento absoluto a la autoridad instituida. El disciplinamiento del cuerpo social y el disciplinamiento de la institución militar ocurren gracias a un largo proceso de violencia que se graba en forma directa sobre los cuerpos civiles y militares mediante el uso de la fuerza.
En el caso Maldonado, probablemente un llamado del globalizado empresario textil al presidente, y seguramente otro del primer mandatario a la etílica ministra Bullrich, disparó a un Pablo Nocetti a las profundidades australes de la Patagonia comenzando la siniestra saga. El proceso seguramente comenzó con una orden que pudo ser precisa o difusa, aquí la discusión que llevará adelante el gobierno, para deslindar su responsabilidad. En el primer caso, la irrupción ilegal en territorio mapuche no hay debate posible que la responsabilidad directa es del Gobierno Nacional. En el segundo caso la cadena de mando descifró, desentrañó, la pretensión del funcionario ministerial, consumando la consigna con suma iniciativa represiva. La mirada interna de GNA es que ante un mandato directo el ardor profesional lleva a incurrir en excesos cuando se es concurrente con el ánimo absoluto de las operaciones.
La gravísima orden emanada del Ministerio de Seguridad de penetrar en territorios mapuche por fuera de la orden del Juez, que de despejar una ruta, se difumina, se pierde en una larga cadena de mandos en represión ilegal dentro de territorios ancestrales poniendo como victimarios a los propios originarios. Michel Foucault dirá “En cuanto al poder disciplinario, se ejerce haciéndose invisible; en cambio impone a aquellos a quienes somete un principio de visibilidad obligatorio”. Si bien los códigos de la GNA presuponen en que en el cumplir las órdenes la responsabilidad de dichas acciones recaen en el mando superior que ha dado la orden, hay una forma burocrática y rítmica de hacerlo, como diría Hannah Arendt encontrando puntos de anclaje en todo genocidio y/o exterminio “Lo más grave, en el caso de Eichmann, era precisamente que hubo muchos hombres como él, y que estos hombres no fueron pervertidos ni sádicos, sino que fueron, y siguen siendo, terrible y terroríficamente normales”, nos recordará seguramente la triste actitud sonriente del gendarme que volviendo del rio Chubut en la persecución a los mapuche en la Pu Lof Cushamen dice ante la pregunta del periodista:
– ¿Y… cómo estuvo el procedimiento?
– Agitado, pero valió la pena. (risas del periodista)
UN POCO DE HISTORIA
GNA nace de la mano Jaime Gerardo Roberto Marcelino María Ortiz de urdiembre conservadora por ley 12.367 durante la llamada década infame en 1938. Definiéndolos como “Centinelas de la Patria”, más allá de sus funciones específicas del cuidado de las fronteras, GNA tenía otras funciones muchos más ominosas que cumplir en realidad, ser la fuerza violenta puesta al auxilio de los magnos beneficios económicos privados. Particularmente nació hace casi 80 años para defender los intereses de los Bunge y los Born, cuando la firma que integraban ambas familias le pidió al Estado argentino que intervenga para sofocar la conflictividad social en sus propiedades de Chaco. Dicho de otro modo, un organismo mercenario privado. El antecedente inmediato a su creación oficial, fue el cuerpo de Gendarmería Volante creado por ”La Forestal” para reprimir toda protesta obrera en relación al cierre de la empresa inglesa entre 1919 y 1923. Con el soporte de la administración del santafesino Enrique Mosca (segundo de la fórmula de la Unión Democrática que se contrapuso a Juan Domingo Perón en las elecciones de 1946).
Por tanto, en su creación institucional como fuerza oficial del Estado argentino se toma el nombre Gendarmería, copiando también sus oscuras estribaciones represivas privadas. Adaptada a los principios de alistamiento y enganche de la Legión Extranjera francesa, la Gendarmería Volante fue esgrimida metódicamente para inmovilizar, disciplinar y castigar a sectores sociales o poblaciones étnicas combativas. Como en 1924, en una protesta indígena por las condiciones de hacinamiento en la Reducción de Napalpí, que fue reprimida por la policía del Territorio Nacional del Chaco y por el Regimiento de Gendarmería de Línea (luego reconvertido como GNA) dejando un saldo de cientos de indígenas qom y mocoví asesinados. Quince años más tarde, la Gendarmería del Estado argentino irrumpirá con ese epigrama henchida en su matriz represiva. La construcción de mercenarios con cobertura estatal.
Ya dentro del Estado Nacional, el código de la fuerza también parte del presupuesto que las órdenes no pueden implicar comisión de delito. La formación de los gendarmes pretérita y actual en su etapa instructiva formatean un condicionamiento del subordinado a la obediencia ciega donde el cumplimiento de las órdenes que se exige es sin ningún tipo de oportunidad al cuestionamiento de su legalidad, es decir para que precisamente se acaten ordenes de características ilegales.
Los manuales de entrenamiento tanto en los de la Legión Extranjera, los de la Gendarmería Volante o de la actual fuerza, dicen explícitamente que todos los procesos represivos en general siempre tienen un marco legal o institucional que los ampara y un consenso social que varía según los climas de época El Gendarme raso, el suboficial o el oficial, son parte de una estructura de poder incuestionable. No se concibe ni eventualmente que una orden pueda ser ilegal, si lo hicieran, si dudaran, existe una segunda limitación: el temor al castigo de la misma fuerza y de sus colegas corporativos, este pavor hace que no escuche así su voz interior, consumando así la obediencia debida.
La genial película, al igual que su libro, “Octubre Pilagá” de Valeria Mapelman, puso blanco sobre negro en la llamada “Masacre de Rincón Bomba” o “ La masacre de La Bomba”, consumada por pelotones de GNA en octubre de 1947, en los territorios formoseños de Las Lomitas, contra componentes de poblaciones originarias Pilagás y Wichís que se habían agrupado en ese lugar escapados desde Salta luego de “dejar la vida” en el ingenio San Martín del Tabacal, propiedad de Robustiano Patrón Costas, sin que se les abonaran los jornales pactados.
Algunos meses antes de la aniquilación, cerca de 6 mil personas, de estos grupos étnicos, entre ellos niños y mujeres, habían venido andando desde Las Lomitas hasta Tartagal, en Salta, con un compromiso de labranza en la zafra. Los términos que insinuaba el ingenio eran misérrimos, pero la necesidad gravaba más “Los toma a trabajar en su ingenio y les paga lo que quiere. Si encuentran que las condiciones del ingenio son demasiado duras y se escapan antes de cumplir con su contrato, la policía particular de Patrón Costa (GNA) los persigue como si fueran caza mayor y los balea y mata si es necesario”. 1946 diario El Laborista.
Finalizado el trabajo se les negó el pago de los jornales. Amenazados por la GNA, escuadrón de la muerte de Patrón Costa, volvieron de regreso a Las Lomitas, donde de a cientos murieron hambreados y enfermos, “Volvieron a pie hasta Las Lomitas porque carecían de medios para hacerlo por ferrocarril”, diario Norte, del 13 de mayo de 1947.
Apostados en la localidad de La Bomba, lugar donde habitaba un líder popular originario Luciano Córdoba, se congregaron a su alrededor para participar de festividades religiosas. Se supone que miles de aborígenes se juntaron para el evento. El acto fue tomado como amenaza tanto por los civiles como por los gendarmes y estos fueron los que amenazaron e intimaron a abandonar el lugar. Tanto caciques, ancianas y ancianos allí congregados no se diseminaron: era un cenáculo sagrado, estaban en sus dominios ancestrales y concebían que no simbolizaba intimidación alguna para nadie.
Sin terciar ninguna tentativa de avenencia, la oposición al mandato de la GNA fue vertiginosamente tomada como un hecho de insurrección civil. El 10 de octubre de 1947, la GNA tendió todo el ensañamiento de la violencia represiva donde murieron de a miles. La agresión de los Pilagá fue sólo reunirse.
La celada fue de características mortales. Aviones con ametralladoras desde el aire y en tierra el aniquilamiento de fusil y metralla incluyó longitudes de más de cien kilómetros y varias jornadas de rastreo y cacería. Abusos sexuales realizados contra mujeres y niñas. El terror de género en el marco de un transcurso genocida versado como mecanismo de tortura y silenciamiento. “Los cadáveres iban siendo quemados porque no había tiempo para enterrarlos” Mayor Carlos Olivera (citado en causa penal presentada en el 2005 ante la justicia).
En el pasado como en el presente los manuales de GNA naturalizan el hecho de matar, al igual que el de otras fuerzas de seguridad, hay una justificación “per se” de contexto de combate frente a un enemigo interior, y se construyen múltiples escenarios de combate con conjuntos poblacionales muy diversos. Hay una asimilación de que esas otredades son el enemigo a quien se le aplican las reglas del combate. Es así como acciones de simple disuasión se convierten en fuerte represiones, exterminios, aniquilaciones, genocidios por goteo y genocidios.
El genocida Camps, Jefe de la Policía de la Provincia de Buenos Aires durante la dictadura militar, decía: “entre esos cinco mil desaparecidos puede haber errores. Lo admito… Aquí libramos una guerra y para vencerla hubo que adoptar medidas drásticas. Quizás nos equivocamos, pero al final, y eso es lo que importa, vencimos”.
A prosecución de lo dicho en estos primeros albores de la fuerza, vemos que de una larga marcha de historiales y epítomes de los “centinelas de la patria”, estos actuares, remotamente de ser atascos de un ayer inmemorial, a la sazón se presentan retornando permanentemente como saldos de los anales más recientes de la dictadura cívico eclesiástico militar, como una línea conductora que luctuosamente llegan hasta hoy en las represiones de Esquel y Bariloche.
En el caso de “Rincón Bomba”, la forma colectiva de este proceso aniquilador donde incluye matanzas, sometimiento, traslados forzosos y desmembramiento familiar, es tal, como la que se especifica en el concepto de genocidio que la Asamblea General de las Naciones Unidas elaboraría un año después de esta masacre para analizar los crímenes del nazismo. Quienes pudieron sobrevivir, fueron apresados por los gendarmes y enviados a “batirse el cobre” en “reducciones indígenas” en contextos de semi esclavitud y bajo la vigilancia de la misma GNA que produjo la masacre. En la práctica, no fue otra cosa que un campo de concentración. En 2005, la Federación Pilagá denunció al Estado por esta masacre.
Similar situación de engaño y represión genocida fue la llevada adelante por la familia Blaquier en relación a los Ingenios Ledesma y Esperanza: “Muchos nivaĉle fueron engañados por él. Muchos trabajan los nueve meses, pero no cobraban, no les pagaron. Le daban por ahí pantalón, camisa, o un poco de tela, y nada más. Los blancos decían: ‘No hay que pagarles’. ¡Había sido idea de los blancos que a esta gente no le vamos a pagar porque allá vamos a matar a todos” (Párrafo de memoria oral del Libro “Están! El pueblo Nivaĉle en Formosa” de la Asociación para la Promoción de la Cultura y el Desarrollo). Y ese matar fue llevado adelante por GNA.
Hay una suerte de un volver permanente represivo, una pulsión repetitiva que retorna circularmente en cuanto a los centinelas y la represión a pueblos originarios con la peculiaridad que, en los casos, por citar sólo algunas referencias, de la forestal, Ledesma o Benetton las unidades de combate estaban dentro de las propiedades de los citados. Caso concreto en 1966 un decreto presidencial creó el destacamento 20 en Jujuy con la excusa de combatir un foco guerrillero en Salta que había sido desarticulado un año antes. Pero los gendarmes no se instalaron en la zona de frontera sino dentro del predio del Ingenio Ledesma controlando a los obreros zafreros que se organizaban por trabajo y salarios dignos.
¿Pero qué ocurre con el hombre de carne y hueso que integra estas fuerzas? Entendemos que hay dispositivos intrínsecos, íntimos del ser humano que se ven afectados por mecanismos internos de la institución que se convierten en poleas de trasmisión de esa circulación de obediencia lubricando la cadena de mandos y licuando la responsabilidad.
Todo acatamiento deviene de una norma, de una fase previa de legalización. El suceso de que el hecho violento esté permitido en la cadena de mandos lo justifica de forma irreflexiva al surgir de una orden genuina. El subalterno opera como si no tuviera oportunidad de opción. Según el propio código militar “la autoridad es la sumisión a la autoridad legítima. El deber de un soldado es obedecer ya que esta es la primera obligación y la cualidad más preciada de todo militar. Se antepone a todo juicio moral el deber de obedecer y la sensación de que la responsabilidad ha sido tomada en otro lugar, así el ejecutor queda libre de cuestionamiento, y se limita al cumplimiento de la orden. Los demás son cómplices silenciosos” (Pilar Calveiro).
Pero esa autoridad proviene en muchos casos de un empresariado al que nada le importa más que sus negocios y si por ello hay que matar, matan y matan porque saben que una gran parte de la sociedad callará estas muertes, “a mí no me pasó nada” dirán, “yo nunca estuve en nada” dirán. “Pareciera que se ha instalado todo un sistema para recortarnos el espíritu, para convertirnos en tierra fértil de autoritarismos. Y hay una especie de acostumbramiento, que es lo peor que le puede pasar al ser humano: al terrorismo, al genocidio por hambre, a la falta de educación para todo el mundo.” Juan Gelman.
Desde 1966 GNA ya estaba dentro de la propiedad de Blaquier, para 1976, GNA tenía una década de pericia, espiando, hostigando y coaccionando a los trabajadores de la zona. El 20 y 27 julio se ocasiona el “Apagón de Ledesma”. Esa semana, en el barrio Libertador San Martín, los cortes de luz, realizados entre las 22hs y las 06hs, desamparaban, como zona liberada a toda su población para que grupos de tareas secuestren cerca de 500 personas, 40 de ellas, aún permanecen desaparecidas. El inventario de los secuestrados era dispuesto por los directores de la empresa. En 1979 la empresa, el comandante en jefe de GNA y el General de División Antonio Bussi rubricaron un acuerdo donde se pactó lo que se observaba desde mediados de la década del 60´, que la GNA funcionaba en la propiedad Blaquier como una fuerza de seguridad privada vigilando los lucros de la familia dueña de los ingenios Ledesma, éstos en permuta de servicios prestados asistían económicamente a la fuerza.
Vadeando los recorridos históricos no se puede dejar de coligar este escenario a lo que acontece en el presente en nuestra Patagonia donde los centinelas poseen con una base emplazada en el casco de la estancia que el magnate italiano Luciano Benetton tiene en Leleque, y desde allí proceda como su tropa particular atenazando y hostigando a la Lof Cushamen
Se pueden contar centenares de ejemplos del rol de la GNA en el Golpe de Estado de 1976, un sólo ejemplo que muestra la operatoria de la fuerza y los intereses defendidos por esta es el suceso acaecido en las fábricas ceramistas de la zona norte del Gran Buenos Aires, que estaban sindicadas dentro de lo que los militares llamaban la serpiente roja del conurbano y que era conocida por la combatividad y lucha de sus trabajadores. Allí la GNA claramente se hizo cargo de la seccional del gremio y de la fábrica Lozadur de Villa Adelina, eligiendo como interventor al Comandante de GNA Máximo Milarck, quien amedrentaba llanamente a través de sus sicarios a los obreros que oponían en la fábrica “Ayer estuve en el sindicato y me vino a hablar el interventor. Me preguntó por vos, y si estabas agrandado por tu reincorporación. Me dijo que te diga que esta vez la sacaste barata, que te cuides, porque ya te tiene marcado” (Bernardo Veksler, La Batalla de los hornos, en 1977). Milarck volvía a amenazar: “si no deponen su actitud de trabajar a jornal y hacer la producción, algunos van a tener que lamentarlo” Bernardo Veksler, op.cit. Trece ceramistas fueron secuestrados y desaparecidos desde el inicio de la dictadura.
Algunos gendarmes que han renunciado o que han cuestionado o denunciado órdenes a lo largo de los últimos años, en relación a que entendían que las mismas eran ilegales, relatan que una de las características de cohesión de la fuerza ante los ilícitos es el terror que unido al compromiso juramentado, refuerza la obediencia de vida. El miedo al escarmiento que deviene a la violación de la cadena de mando, la burocratización que envuelve una indiscutible usanza automatizada mentalmente por el subordinado casi siempre problematiza la contradicción de la orden.
Estos mismos gendarmes, ante la pregunta de si conocían el fin de tal o cual accionar de la fuerza en relación a su propio trabajo táctico, alegan que las acciones que llevan adelante como agentes de seguridad son siempre segmentadas desconociendo en general el fin último de la tarea llevada adelante. No se conocen las intencionalidades. Por tanto, en todo proceso de mando todo subalterno es un operador fragmentario, donde la institución desdibuja las responsabilidades.
Este proceso burocrático de enmascaramiento de las responsabilidades individuales entra en alianza con la ruptura como tal del sujeto-víctima y el sujeto- victimario. La mano que jala el gatillo es meramente un eslabón de una indescifrable trama que no es controlada por el subalterno y que de cuestionarla puede destruirlo. Dirá Pilar Calveiro “La disciplina social y la militar se potencian mutuamente preparando al soldado ciudadano y al ciudadano soldado a aceptar como válido el principio de autoridad que lo lleva a la postre a la obediencia de vida. Sin responsabilidad directa sobre el acto, reza el manual de adiestramiento de la fuerza, sólo existe la orden”.
En pleno siglo XXI, cuando Argentina lleva más de tres décadas viviendo en democracia, la GNA en la represión de los reclamos de las comunidades indígenas, retorna el camino de la perversión neurótica que la ha atravesado desde su fundación. Los ejercicios represivos feroces de los últimos tiempos contra las comunidades mapuches, muestran una vez más cuál ha sido una de sus funciones básicas a lo largo de toda su historia: la de una fuerza de seguridad del Estado instrumentada al servicio del poder económico.
Antiguamente fueron los Arrieta-Blaquier del ingenio Ledesma y los Patrón Costa del ingenio San Martín del Tabacal; actualmente son Luciano Benetton, Joe Lewis… o bien los empresarios que hoy gobiernan nuestro país con órdenes precisas de organismos multilaterales como el FMI o Banco Mundial, quienes exigieron a Mauricio Macri llevar adelante el recorte a los sectores más vulnerables de nuestra sociedad… Y allí estuvo GNA “custodiando” al verdadero poder económico, corporizado en el Poder Ejecutivo y que ocupa varias bancas en Congreso de la Nación. Los motes cambian, pero el diario es el mismo.
*Asesor en el Congreso de la Nación. Rector de la FUPE Fundación Universitaria Popular de Escobar. Columnista del diario Página 12.