Por Omar Zanarini*
En una nota anterior dábamos las coordenadas desde las cuáles pensar la articulación de los campos sociales que, a la vista del conjunto, se encontraban no tanto escindidos como desorientados. Era, entonces, la necesidad de que el campo popular entronque con las tradiciones políticas e históricas del campo nacional a fin de lograr la unidad que pusiese un coto a la entrega.
Señalábamos pues la necesidad de partir desde una perspectiva nacional, de Patria Grande, sin dejar de apuntar que ella se expresa de manera necesariamente antagónica con aquellas posiciones mal llamadas nacionalistas, perspectiva de patria chica que privilegia los intereses de unos pocos por sobre la necesidad de los muchos.
Es decir, se trata de abordar las relaciones entre las clases sociales dentro de una nación, que se expresan en que tanto relaciones de fuerza, como parte de la lucha por imponer no solo un modo de producir y de relacionarnos con el mundo, sino una “verdad”, cuya fuerza radica en los discursos que cada clase logra construir y que se legitiman en función de la distancia que estas tienen con respecto –principalmente- al Estado, pero también a otras instituciones productoras de verdades.
Este segundo artículo tiene la misma pretensión, por que las necesidades siguen siendo las mismas.
Los verdaderos Gendarmes de la entrega
Con el gobierno de Mauricio Macri, la oligarquía encontró su forma para retornar al poder sin la necesidad de recurrir a golpes palaciegos. Se apropió a su modo del discurso del “nunca más” y entendió que tras el proceso abierto con el retorno de la democracia, las Fuerzas Armadas ya habían agotado su propio repertorio. Hizo de la democracia el juego por el cual el republicanismo oligárquico hace valer el resultado electoral para llevar adelante el mayor desfalco al Estado y transferir el esfuerzo nacional a las arcas del sistema financiero mundial, avasallando derechos y restringiendo libertades.
Sin embargo, el resultado electoral es condición necesaria pero no suficiente para logar imponer su dominación. La oligarquía en el gobierno cuenta con dos gendarmes que acompañan y vuelven eficientes los discursos del poder. El sistema judicial y el sistema de medios.
Si la posverdad es la forma en que la propaganda política adquiere su fuerza discursiva, son los medios y la Justicia los que le permiten convertir la mentira y el cinismo en Razón de Estado. Son ellos los que hacen de la mentira la verdad.
Modus Operandi
No negamos la existencia de una “verdad popular”, que en efecto se expresa en el pueblo movilizado en las calles y en esa mayoría electoral que no votó a los candidatos del gobierno. No obstante, la correlación de fuerzas en este contexto de democracia oligárquica no se expresa sino a través de esa otra “verdad”, que construida como Razón De Estado, se exhibe como la que se impuso en la agenda electoral.
Como en 1955 “legitimaron” el decreto 4161 que prohibía la palabra “Perón” y fueron participes necesarios que justificaron el plan CONINTES, hoy buscan hacer lo mismo contra todos aquellos que acompañaron al mejor gobierno después del general Perón.
A fuerza de ser reiterativos, una verdad construida, diseñada y escenificada desde las usinas mediáticas de la oligarquía y ratificada desde los fallos de jueces cómplices del saqueo. Dos Gendarmes de la cual se vale el gobierno de Mauricio Macri para efectivamente cargar contra todo vestigio de apoyo popular a lo que fue y es el peronismo en general, o el kirchnerismo en particular.
Así persiguen hoy, así operan hoy contra José Sbatella por ser incorruptible e investigar al Grupo Clarin; contra Milagro Sala, contra Julio De Vido, contra Amado Boudou, contra Guillermo Moreno, contra Luis D’Elia, y contra la propia Cristina Fernández de Kirchner. Del mismo modo construyeron un relato contra Santiago Maldonado, desaparecido y posteriormente asesinado.
El peligro de las profecías auto cumplidas
Dicen que en el campo de batalla el peor fuego es el fuego amigo. Aquel que viniendo del mismo lado impacta y atenta contra las trincheras propias. El fuego amigo puede venir sin avisar, por lo general, viene de atrás y con la misma potencia con la que disparan de frente.
En algún momento llamamos la atención sobre las trampas discursivas que como mitos operan tratando de borrar la historia y la tradición de lucha de los pueblos, que en nuestro caso, es la historia viva del movimiento obrero contra los agoreros de la anti patria.
Mitos que, como verdades de Perogrullo, impactan también en nuestro campo y que esconden en sí las “profecías auto cumplidas” que hacen a la postre las delicias de los enemigos de la patria y el pueblo. Nadie está exento de esas trampas y muchas veces se repiten sin poner la crítica por delante.
Se habla de la “clase política” con liviandad, como si realmente existiese una tal “clase”. Y si existiese y entran en la lucha de clases, cuál sería su fin. Aquí vamos afilando un poco la mira. Su fin, sería, si existiesen como la clase que administra la cosa pública, la de “robar”. Ya el sentido común dice “los políticos son todos chorros”.
Ante esa verdad de pretendidamente universal, la clase media cae rendida y dice “es cierto”.
Las trampas y las curvas: ahora, los sindicatos
Alertábamos del fuego amigo. Pensemos entonces qué pasa con los sindicatos y los sindicalistas. ¿Acaso no nos están también operando desde la misma lógica?.
Hoy el gobierno oligárquico nos pone en agenda la reforma laboral. A la vez que señala que el sindicalismo atenta contra los trabajadores y que ellos, los guardianes de la moral y las buenas costumbres, van a acabar con las mafias. Porque al igual que la “clase política”, los sindicalistas son chorros.
Vaya trampa en la que cae más de un compañero.
Sin duda la disputa con el bloque oligárquico es abierta y frontal. Lo que dice el presidente, lo repiten los medios y lo ejecuta la Justicia. Pero aunque avancen, tenemos que ser precavidos, estar alerta para que no nos diezmen. El campo nacional está con pocos reflejos y desorientado. Es un lujo que no se puede dar. Nos imponen una verdad de derrota, una agenda de intrigas y traiciones. Y no son pocos los que repiten los mismos argumentos – y hasta con el mismo tenor gorila – que el gobierno para pegarle a la herramienta de los trabajadores que es la CGT, independientemente de lo circunstancial de su conducción.
Urge hoy al campo nacional estar unido, buscar las coincidencias y avanzar sobre las mismas a fin de lograr un freno definitivo a tanta entrega y persecución. Es responsabilidad de las conducciones instar a que ello suceda y apelamos a su patriotismo para defender las conquistas de los trabajadores y del pueblo todo.
La hora exige grandeza, humildad y capacidad de mando. Quienes no estén a la altura, pasarán a la historia como partícipes necesarios de la catástrofe.
* Periodista Radio Gráfica