VAMOS A VOLVER

NOSOTROS, LOS INDIOS

(Por Juan Esteban Kirchner. Apoyo moral: Francisco Busatto y Dulce Perón) La última presentación del INDIO Solari como solista terminó de una forma inusual y excepcional: dos muertos que, luego de la autopsia, se confirmó que no fallecieron por aplastamiento. Si bien ya no es tapa de todos los periódicos o graf de los canales de Tv, la fiesta popular a la que nos convoca el INDIO hace más de 10 años, ha sido demonizada por todos (propios y ajenos) los medios de comunicación y el Gobierno. Que hoy son una sola cosa: una orquesta afinadísima que cala profundamente en el imaginario colectivo. Las muertes han sido el mejor botín del actual Gobierno/Medios para defenestrar a la organización popular. Más aún: a la organización, a la movilización y a la política. La que ellos odian y detestan como buenos gerentes o ceos que son. Vinieron por todo y por todos, como en la campaña al desierto. Ya no hace falta una Remington ni trincheras para cortar cabezas de indios, con los fusiles de los medios de comunicación la condena social al propio Solari y a sus espectadores atenta contra el pueblo organizado. Contra Nosotros. Somos el blanco de ellos hace tiempo, solo faltaba el tiro de gracia.


Olavarría, 11 de Marzo 2017

La misa ricotera no es un nombre puesto al azar. Miles de micros, combis y autos se movilizan desde una semana antes a las ciudades donde se presenta el INDIO como solista desde el 2005. En total fueron casi un millón ochocientas mil personas circulando desde, y por, todo el país para compartir con el otro la fiesta popular más grande que un artista nacional de rock puede ofrecer. Música, solidaridad, asados, sonrisas, fernet, abrazos, cerveza, lágrimas, hermandad y excesos. Una excusa, quizás, para descomprimir. Son días de festejo, disfrute y donde se sale de la norma que nos determina todos los días dando rienda suelta los sentimientos más profundos de libertad que el ser pueda tener. Lo que no significa que no haya organización. La hay y mucha. Y eso a ellos les molesta.

A las 6 de la tarde del sábado Olavarría ya no era tal. Los 130 mil habitantes eran ínfimos en comparación a las más de 300 mil personas que ansiaban por entrar al predio. Era la recta final de un año de espera. Restaban más de 15 cuadras de un océano de gente para llegar a destino. Rodeados de otros como uno, del humo de los choris y de remeras para todos los gustos, la misa funcionaba en cada uno de sus engranajes como siempre. Y lo mismo para el ingreso: control escaso y un pedido de tickets casi inexistente. Nada nuevo bajo el sol. Nos cuidamos entre todos, como siempre lo fue con o sin el pedido del INDIO, pero cuando hay una descomposición social como la actual la cosa se complica y te la complican. Más si nos sabemos movilizar organizadamente sin que nadie nos indique cómo.

La sala era casi surrealista. Un escenario inmenso y 15 torres audiovisuales hacían de La Colmena un espacio-tiempo sólo comparable con el último recital en Tandil hace exactamente un año. Ahora sí la sonrisa era plena. La foto de rigor, los saltos de alegría y los abrazos con desconocidos eran la muestra de que el objetivo estaba cumplido. Sólo restaba disfrutar del espectáculo.

A sólo cuatro temas de comenzada la partida las cosas cambiaron y nunca volvieron a ser. Se suspende varios minutos el show con el ya conocido pedido del cantante de terminar con los empujones y que por favor el personal de Defensa Civil se acercara para asistir a quienes parecían estar tirados en el piso. El espectáculo había terminado para muchos de los nuestros. Ya no era. Ya no fue. El INDIO se alejó de su público. No estaba “en el lugar más cómodo del mundo” como le aseguró a Pergolini en referencia a los escenarios. Nos alejamos de él. Algo sobrevoló el ambiente. No se olía bien el sonido. La luna llena nos miraba preocupada. En cada final de canción suplicábamos que no se terminara todo.

En varias oportunidades algún micrófono quedó abierto haciendo oír el enojo de más de uno y una preocupación por no cumplir con la lista prevista. Raro, esa fue la palabra que comenzaba a oírse y, una vez finalizado, estampó a las casi dos horas de recital. Los primeros acordes de JIJIJI no se sintieron. El fuego se había apagado hacía rato, tanto que muchos ni siquiera se dieron cuenta que pegado al pogo más grande del mundo sonó Mi Perro Dinamita. Otros ya se habían ido.

La salida no fue como de costumbre, es cierto: muy pocos cantos y sonrisas. Gritos, enojos y cigarrillos mal prendidos. “Qué recital de mierda”, se animó a asegurarme un compañero ocasional luego de cruzar nuestras miradas hamburguesa completa de por medio. La desconcentración no fue sencilla. Ni en este recital ni en ninguno. Descomprimir en un mismo momento a todos los presentes que ingresaron en distintos horarios no es tarea fácil. Más si se suma que la calle principal, recta a la salida, estaba tapiada. En ese mar que volvía al océano, comenzaron a correr los rumores: “7 muertos, niños muertos, 11 muertos. TRAGEDIA”. “Ah listo… Empezó el show” escupió un amigo. De a poco los miles y miles con la cabeza gacha (cual goleada en contra de local) que recordábamos el camino a casa (o al micro que es lo mismo), nos fuimos encontrando. Como siempre. Como siempre fue.

Todo arte es político

Es más que sabida la posición política del INDIO Solari en temas que preocupan como sociedad. Durante los últimos doce años de gobierno Nacional y Popular, esa postura se vio emparentada con muchas de las políticas públicas llevadas adelante. Quizás lo suficiente para que algunos señalen al INDIO como kirchnerista, aunque él mismo se encargue de correrse de esa etiqueta, hoy, endiablada. Como sea,  tanto en sus letras como así también en sus recitales o declaraciones públicas, el ex – líder de Los Redondos es claro y no da lugar a dudas. Lo que tampoco es nuevo, y este recital no sería la excepción. Incluso, días atrás, junto a más de mil artistas, intelectuales, políticos y deportistas, el INDIO firmó una solicitada donde se pide, entre otras cosas, la unión “de todas las fuerzas vivas de nuestra sociedad para poner un freno al brutal embate al que está siendo sometida la mayoría del pueblo argentino”.

Como si no fuera suficiente, y seguramente para captar la atención de algún desprevenido, promediando el recital y con la rareza determinando todo, el INDIO hizo referencia a los nietos desaparecidos y al trabajo de las Abuelas de Plaza de Mayo: “Hace 40 años las Abuelas están buscando a sus nietos desaparecidos. Quizás, si alguno de ustedes tiene alrededor de 40 años, o conocen a alguien que tenga dudas sobre su identidad, acérquense a las Abuelas que ellas van a tratar de averiguar su pasado, ustedes van a poder seguir haciendo sus vidas si lo desean. Pero es bueno saber la vida que uno tuvo, los padres que uno tuvo, la verdadera salubridad… es bueno.”. El mismo texto fue plasmado en todas las pantallas gigantes hasta minutos antes de comenzar el recital.

“Y por otro lado, pensemos bien lo que está pasando con respecto a los menores, están buscando bajar la punibilidad de los menores a 14 años. Hay estadísticas que dicen que los asaltos o crímenes cometidos por menores de 14 años son estadísticamente ínfimos, lo que están haciendo es una locura. Yo pido que piensen en el momento en que los diputados y los senadores van a desear hacer estas cosas. Los muchachos no nacen malos, el Estado no puede ser penal antes que social, tiene que socializar primero y luego pensar penalmente en la criatura.” La baja de edad de imputabilidad no es precisamente un tema que esté en agenda, ni de los grandes medios ni del inconsciente colectivo, aunque en la cocina ya está casi todo cortado y el aceite bien caliente.

Abramos los ojos, era en síntesis, el mensaje en ambos casos. Abramos los ojos porque hoy nos gobierna un Estado Penal antes que Social. Máxima que Eugenio Raúl Zaffaroni deslizó hace ya tiempo: Estado Social vs. Estado Gendarme. Y con la idea de algunos representantes de bajar a 14 años la punibilidad queda claro qué Estado nos sujeta hoy.

Una lista de temas acordes al momento actual del país, hizo del recital una interpelación a lo que muchos de los presentes necesitamos: algo que nos libere, aunque sea por un momento, de la cultura oficial, hegemónica (lo que hoy es lo mismo). Igual a como fue en los 90 con Los Redondos, el sábado en Olavarría, Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado, encarnaron en muchas de sus canciones elegidas lo que muchos queríamos decir y gritar y no encontramos el espacio. Inclusive, durante toda la canción “todo preso es político”, en la pantalla principal del escenario se podía observar una imagen fija del servicio penitenciario de la provincia de Jujuy. Todo dicho.

Si todo preso es político todo arte también es político. Si bien esta última sabiduría popular es previa a la primera, hoy día el discurso oficial hace creer que los artistas no hacen política, que no se inmiscuyen en sus propias vidas ni en la de los otros (y si hacen política o si se la juegan lo señalan, lo encasillan y lo persiguen hasta demonizarlo). El arte, en cualquiera de sus manifestaciones, es una expresión. Una expresión fundamentalmente política. Una postura ante el mundo, una forma de develarlo y vincularse con el otro o simplemente lo otro.

Miedos

Los medios masivos de comunicación nunca cubrieron los recitales del INDIO como lo que es: una de las fiestas populares más grande del país. Las crónicas al día siguiente siempre ocuparon una pequeña parte o nota color en la sección espectáculos deseando, en realidad, que sea en policiales con tapa incluida. Nunca les interesó cómo cientos de miles de personas nos organizamos, movilizamos y expresamos políticamente en ese vínculo de hermandad con el otro. Jamás. El sentimiento de pertenencia y la alegría de estar, de ser, nunca fue noticia… por lo cual, lamentablemente, para muchos nunca fue un verdad. Pero allí estaban una vez más, esperando un hueso para compartirlo con sus jefes y ser nombrado empleado del mes. Y esa presa les llegó. Siempre, siempre están ahí a la espera de hacer su propio show.

A las 3 de madrugada nos confirman desde Buenos Aires la muerte de 7 personas, heridos y “desparecidos”. Lo había “tirado” Telam sin un solo corresponsal en el lugar por “cuestiones presupuestarias”. La información de ellos, que comenzaba a circular como un virus entre todos Nosotros, afirmaba la rareza del espectáculo que habíamos vivido. La angustia y la tristeza se apoderaron de todos los que volvíamos, muy de a poco, a nuestros puntos de encuentro. Para Nosotros, con la información de ellos, éramos parte de una tragedia que podía acrecentarse con el correr de las horas. Confiábamos en el “servicio social” de los medios. Ante la preocupación nos ganó la ingenuidad… ya estaban adentro nuestro.

Todo lo que vino después fue (y sigue siendo) el show que ellos armaron, el cual se alimenta de nuestros cuerpos y almas. Vivas o muertas, no importa… es lo mismo. Bien se sabe cómo funcionan los grandes medios, pero la verdad que han construido desde el domingo a las 00.00 no tiene otro calificativo que vergüenza nacional. Juegan, se entretienen y sacan rédito económico con la preocupación de todo un país. Rifaron en la bolsa de valores nuestros miedos, nuestros sentimientos más nobles y profundos. Se metieron en nuestra cama. En nuestros sueños y pesadillas.

Confirmados los dos fallecidos, más las opiniones de Doña Rosa con corbata frente a cámara, las imágenes de entrada y salida del de la ciudad y del predio se convirtieron en los blancos de ataque pese a que siempre fue así y hasta era un motivo de orgullo saber que allí estábamos, organizados y movilizados sin ningún problema a la vuelta de la esquina. Una verdad construida a gusto del cliente y entregada a domicilio sin pagar un solo peso extra. Muchas personas recién ahora están sabiendo de cuánta gente se organiza y moviliza para sentir, divertirse y ser feliz aunque sea por unos días; qué es lo que pasa en las ciudades donde toca el INDIO o cuánto tardan en regresar todos a casa. Por lo cual el sensacionalismo es doble: por las dos muertes y por la forma de organización, muy distinta a la que marcaría cualquier norma que emane el Gobierno/Medios. Detestan, odian, a quienes creemos en lo colectivo por sobre lo individual.

Otra vez la noticia le ganó a la realidad. El mercado le ganó a la vida. Nada se habló en los medios de la postura explícita del INDIO en los temas tratados en el apartado anterior. Ni un solo tilde sobre el Estado Penal al que hizo referencia nuestro artista. Máxima confirmada horas después con lo ocurrido: se debe penalizar lo que el Estado considera fuera de la norma. De lo normal. Tanto es así que a quienes quedaron “varados” por la codicia de algunas empresas privadas a cargo de los buses, el Estado los asiste penalizándolos y de la peor forma: en camiones. Y allí están los medios registrando lo que luego congelan en sus pantallas: un Estado que ayuda y unas bestias que viajan como animales porque se lo merecen. Dos pájaros de un tiro. El actual Gobierno ayuda y Nosotros somos unos animales que viajamos en camiones de basura. Ahí está la foto. Más tarde llegó el rastrillaje cual película de Holywood… pero no pudieron encontrar el botín. No hay más muertos ni los va a haber.

Gobierno/Medios

Pero el Gobierno/Medios no se cansa, ni se cansará. Ya generó las condiciones para demonizar al artista y a sus seguidores y que eso tenga aprobación social (lo que falta a nadie le puede sorprender: van a aparecer videos, fotos y hasta encuestas; el precio de las zapatillas del INDIO o de la corbata de Julio Sáez; cuánto gasta en sus gafas el cantante o qué calles de New York conoce). El desprecio hacia Nosotros tiene terreno firme, legitimidad, en la verdad construida por el Gobierno/Medios. Tanto que la noche del domingo 12 de marzo el Presidente de la Nación se pronunció públicamente por lo ocurrido pese a que gran parte de la población aún estaba preocupada por los “desaparecidos”, heridos y muertos que nos tiraron arriba del escritorio (hoy celulares). “Esto pasa cuando no se cumplen las normas”. Lo dijo por la Tv, su mejor morada. Sí, así de perversos son.

¿Qué es lo que pasa cuando no se cumplen las normas? Quizás estaba haciendo referencia a que el actual periodismo perdió toda ética profesional y su afán comercial hizo que una madre salga disparada a la ruta buscando a su hijo y se mate en el intento.

Los medios ya no son un servicio social, los medios son empresas con un producto: sus noticias. Y hoy los productos no se diferencian, precisamente, por sus contenidos… en todo caso por sus formas, sus packaign, su engaño. Nunca, en la historia de nuestra democracia, se vio tanta complementariedad entre el Gobierno/Medios. Son lo mismo, no hay diferencias. Trabajan en la misma oficina hace tiempo.

Un pueblo organizado y movilizado

Lo que ha generado el INDIO en toda su carrera es que sus encuentros sean verdaderas fiesta populares organizadas por Nosotros. Y uno también va a eso, a ser parte de la organización con el otro. A  vivir con el otro y a cuidarlo. A sentir el pogo más grande del mundo con el otro. El otro que también soy yo. Y así se siente uno en un recital del INDIO. El otro. Un indio más. Al uno sentirse otro no hay un yo. Hay un sentido de pertenencia y de identidad que otros espacios no ofrecen. El mercado, justamente, no lo hace. En todo caso cuenta monedas con nuestros perfiles en internet.

Indignados, los pseudoperiodistas (a veces hasta queda grande ese adjetivo) relataban que mucha gente entró sin tickets y que los controles fueron escasos. Así funciona no sólo con el INDIO, en muchos otros recitales también. La pregunta es al revés: ¿Qué pasaría si no dejasen pasar a los que no tienen entrada y si se hiciera un control minucioso a todos los presentes? Cuando la masa se mueve, cuando miles y miles de personas se movilizan en una dirección, hay que dejar circular. Hay bibliotecas enteras sobre el “dejar hacer”.  De hecho, quienes nos gobiernan actualmente conocen muy bien esa libertad de circulación, pero lo hacen con las mercaderías, no así con las personas pese a tratarnos como mercancías. Nunca hay que perder la dimensión de 300 mil personas moviéndose hacia la misma dirección. “No es sopa”. Ellos, los que extienden su crítica públicamente, seguramente no se indignen cuando le levantan las barreras del peaje por la misma lógica o cuando sus patrones pagan coimas a las autoridades competentes para que sus productos, valoraciones morales convertidas en noticias, lleguen a destino antes que la competencia.

¿Qué no había el suficiente espacio? Las imágenes aéreas que están en cualquier sitio de internet son más que suficientes para notar los blancos en los costados y en el fondo… ¿Que los vecinos tenían miedo? No solo nos alentaban luego de contar nuestras historias personales para llegar, sino que ayudaban en lo que se precisara y hasta había más de un cartel de bienvenida pintado a mano sobre cartón. Y a la salida hicieron lo propio desde sus casas, desde sus techos, explicando por dónde salir o cómo llegar al lugar en donde estaban los micros… mientras tanto nos prestaban sus baños.

Las avalanchas, las descomposturas, golpes o empujones son lo habitual en cualquier evento que junte semejante cantidad de personas. Pero en nuestros encuentros nunca pasó a mayores. Nunca. La organización popular, y el cuidarse entre todos, es la regla. Es la norma… esa que les molesta a ellos. Y como no esperamos nada del actual Estado nos ocupamos Nosotros de Nosotros mismos. Nos cuidamos entre Nosotros frente a un Estado Penal que lo único que le interesa es penalizar lo que está a su alcance… bueno, ahora nos alcanzó.

Están entre Nosotros

Con la utilización política de los dos fallecidos llegaron a la organización y movilización popular. Se metieron adentro nuestro con sus medios (y miedos). El Gobierno/Medios caló en nuestros huesos y jugaron con nuestros sentimientos como nunca antes había ocurrido. Nunca les interesó saber de nuestra pasión por el INDIO, menos aún de nuestro orden, reglas o normas… ahora, con las lamentables muertes, encontraron el intersticio perfecto para violarnos. Porque en el discurso de ellos esto siempre le pasa a los otros, a Nosotros, a los bárbaros, a los que estamos por fuera del deber ser según el actual Gobierno/Medios.

Cuando el pueblo se organiza y moviliza políticamente a ellos les da miedo. Ellos encarnan el neoliberalismo que promueve y nos lleva al encierro: cárcel, control remoto o red ¿social? No fomentan los espacios públicos y menos aún la organización colectiva. Un dato: entre el 6, 7, 8 y 11 de marzo del 2017 se organizaron más de 1.000.000 de personas en las calles que no precisamente, aunque seguro haya excepciones, están de acuerdo con el actual Gobierno/Medios. Por eso el disciplinamiento social. Todo acto masivo, toda concurrencia popular es el foco de ataque para juzgar moralmente. Sin embargo, esas normas son las que ellos mismos rompen o, cuando las aplican, hay verdaderas tragedias: 43 gendarmes muertos por fallas en un vehículo oficial cuando iban a reprimir la protesta social en Jujuy; Iron Mountain: 11 bomberos muertos aún sin esclarecer cómo empezó el incendio de los papeles de los otrora gerentes actuales funcionarios del Gobierno/Medios; fútbol, el Estado está allí, bien presente: ¿contamos todos los muertos?; ese mismo día 25 personas murieron en accidentes de tránsito: ninguna venía escuchando Los Redondos. Y encima, organizados, les tocamos dos negocios: el de la seguridad y el de la venta “informal”. ¿Cómo no estigmatizarnos desde el actual Gobierno/Medios?

Juzgan nuestra forma de ser y hacer con la vara de ellos. Claro que va a estar todo mal. Por supuesto que, una vez adentro nuestro, le van a dar al INDIO, a quien se la tenían preparada hace rato ¿Cómo el Gobierno/Medios no se la va a jurar a un artista que mueve millones de personas con sus poesías, se declara públicamente en contra del actual Gobierno/Medios y encima es un motor económico para muchas personas? Desde el chori hasta el bus pasando por la venta de remeras. La nuestra es una organización muy distinta a la que nos oprime y determina diariamente nuestras vidas. Por supuesto que va a ser atacada. Juzgada como mala y causa de todos los males. Nosotros los bárbaros, ellos los civilizados.

Civilización o barbarie

Hace más de 130 años el Estado Nacional emprendió la conquista de territorios, hoy argentino, hacia el Sur de Buenos Aires. Hacia la misma zona de Olavarría. La famosa “campaña al desierto” exterminó a pueblos originarios enteros en pos de la civilización, de las leyes, las reglas y las normas. En esa cruzada, que impuso una forma de comprender el mundo, todo lo demás, toda organización política, económica y social debía erradicarse, eliminarse. Ahí estaba el eje del mal: en los bárbaros que había acuñado Sarmiento. Así, otra forma de vincularse con lo otro y con los otros, debía ser exterminado de nuestras pampas. En la segunda línea de combate, después de las Remigton, venían las otras balas: los que cuentan la historia. Los que construyen la verdad. Allí estaban los periodistas registrando en tinta todo lo que veían y vivían. Ellos fueron los responsables de darle impronta heroica a la campaña, pero sobre todas las cosas de legitimar las matanzas en pos del hombre blanco. ¿Las cosas cambiaron mucho o el objetivo es el mismo con distintos métodos? Ya no podrían jugar un picadito militares vs. periodistas con nuestras cabezas… La cosa es un tantito más compleja. Pero no podemos distraernos, les encanta hacer jueguito con nuestra subjetividad.

Se metieron en nuestra intimidad. En nuestra forma de organización y movilización, en nuestra forma de cuidarnos. “Nos zarparon”, decía una amiga a grito descubierto. Quizás allí la mayor tristeza: El estado y el mercado se metieron en nuestra cama. Nos explotaron. Nos están sacando todo el jugo que pueden. Nuestro lugar de pertenencia, uno de los pocos que quedaban, fue violado por el Gobierno/Medios. Pero ya no para producir cuerpos y subjetividades útiles a través del disciplinamiento como podría guiarnos Foucault, más bien, o en todo caso, para destruir esa subjetividad, esa alma, esa intimidad colectiva y dejarnos desnudos. Desnudos frente al amo que la juega de esclavo. Esa es la posmodernidad que nos gobierna y que aún no tiene definiciones claras: robar las subjetividades, destruirnos como sujetos sociales y que nos auto flagelemos individualmente (la ya famosa autocrítica). La ley del más fuerte está más presente que nunca. Meritocracia le dicen otros. Y esto sobrepasa a Macri o cualquier empresa de medios. Son las nuevas reglas, normas, que nos gobiernan en el mundo.

La única emboscada fatal a la que nos está llevando el Gobierno/Medios es a sentirnos culpables de organizarnos y movilizarnos solos sin el Estado que nos indique cómo y para qué. Nos están llevando a que sintamos vergüenza de jugárnosla políticamente en cada paso, cada acción, cada palabra y en el vínculo con el otro. Porque si te la jugas serás juzgado: primero por los Medios/Gobierno y luego por gran parte de la población. Los estados penales juzgan. Incluso penalmente.

Si nos da culpa sentirnos felices por vivir a nuestro modo una experiencia cultura como ir a ver al INDIO perdimos. Ganaron ellos. Pero en realidad, si alguien tiene miedo son ellos. Les dio miedo vernos organizados movilizados y politizados durante toda una semana. Les da miedo. Se les cayeron los calzones. Hablemos sin eufemismos. Por eso el avance de ellos está siendo tan brutal hasta pegar en lo más profundo de cada uno de Nosotros.

La realidad del país puede taparse con cualquier otra cosa. Desde un perro que le salva la vida a un gato en Indonesia hasta un pozo sin fondo en la China. Aquí el interés del Gobierno/Medios es defenestrar, mostrar como bárbaros al pueblo organizado, aduciendo que las cosas deben cambiar y allí estará el Estado para hacerlo. Y si es anormal debe ser corrido, encerrado y en última instancia eliminado.

Quizás haya sido el último recital (como se apresuraron a asegurar los medios). O no… en ese caso las “normas” deberán de ser otras, muy distintas, para que el INDIO pueda ser. En definitiva: para que podamos ser. Pero para conformar otra vez, de forma homogénea otras normas, Nosotros no podemos abandonar la construcción colectiva. No podemos permitir que se queden con el sujeto que nos robaron. Seamos auténticos, honestos con Nosotros mismos y defendamos en lo que creemos. No tengamos miedos. No les demos el gusto. Estemos en la calle, organizados, movilizados y reclamando lo que consideramos justo. La calle es nuestro lugar. Es la calle nuestro espacio de organización. Salgamos, que sea ya. Hoy es un día hermoso. No esperamos nada sano de ellos. Confiemos en Nosotros, en nuestras convicciones, en nuestros gritos y en nuestras miradas solidarias. Ahí tendremos las respuestas, no en los Medios/Gobierno.

Es cierto, no nos merecemos este final. Está en Nosotros, entonces, no dejar de confiar en NOSOTROS. Y de a poco, a medida que le cerremos el espacio a la moralina de los “civilizados”, irán apareciendo en nuestros cuerpos y almas los momentos más hermosos que vivimos juntos, entre Nosotros. Los bárbaros… los indios.

Y “Si no hay amor que no haya nada”